Jorge Miras, Profesor de Derecho Canónico
¿Es posible purificar la institución?
Se está celebrando en estos días el "capítulo general" de los legionarios de Cristo, es decir, una asamblea de varias decenas de personas, que representan a toda la institución.
Su finalidad es elegir un nuevo gobierno general y reformar las "constituciones", o sea el documento que recogerá los aspectos espirituales y jurídicos fundamentales de esa forma de vida en la Iglesia.
Me preguntan ustedes "si se puede purificar esta institución, a pesar de su fundador".
En realidad ha respondido ya afirmativamente la Santa Sede, y de manera no hipotética, sino específica y directa, tras haber estudiado con rigor la información y las circunstancias del caso. Este capítulo general, presidido por el delegado del papa, cardenal De Paolis, es precisamente parte de la respuesta.
Como ha recordado el propio cardenal, la actual es ya la tercera etapa de una serie de actuaciones a lo largo de varios años:
En la primera se trató la dolorosa cuestión del fundador.
En la segunda se nombraron cinco obispos visitadores para estudiar a fondo precisamente el asunto que ustedes plantean: en síntesis, si era posible que, a pesar de todo, el Señor hubiera sembrado por este medio en la vida de tantos fieles laicos, consagrados y religiosos, algo verdadero, limpio y valioso para la vida cristiana.
Solo después se lanza la tercera etapa, ya descrita.
Más que valorar el acierto de la respuesta eclesial al asunto o las perspectivas del paso actual, querría apuntar sencillamente algunas consideraciones.
Ante todo, veo que están actuando, por encargo directo del papa, con amor a la Iglesia y gran dedicación, personas competentes y que manejan con fiabilidad y prudentemente muchísima información del caso. Naturalmente, no todos podemos decir lo mismo.
Si recordamos a aquellos hombres del evangelio que iban a apedrear a la adúltera y lo que les dice Jesús —a ellos y a la mujer—, nos puede servir para ver qué tipos de "escándalo" o de "indignación" son cristianos. Porque hay actitudes que no son "católicas", sino hijas de diversos "puritanismos" morales, sociales y políticos.
La iglesia se preocupa por la vida. Más allá de todo escándalo, busca proteger y encauzar la vida que Dios quiere suscitar en los hombres, y que siempre tiene que abrirse paso entre las manifestaciones personales y colectivas del pecado y de la limitación.
La misericordia y la paciencia son muestra de esperanza más allá de la capacidad humana de previsión. De fe en que Dios "sí puede", si queremos cooperar con buena voluntad.