Angel J. Gómez Montoro,, presidente del Patronato Museo Universidad de Navarra
Un alma grande
María Josefa Huarte Beaumont nació en Pamplona el 25 de mayo de 1928 y ha fallecido el 8 de febrero en esta misma ciudad. A lo largo de su vida, María Josefa concentró su energía y capacidades en dos grandes proyectos: la asociación navarra Nuevo Futuro y su espléndida colección de arte.
María Josefa nunca pensó en una colección solo para su disfrute. El pasado 22 de enero Sus Majestades los Reyes inauguraron el Museo Universidad de Navarra. Se hacía así realidad el sueño de María Josefa de que la colección que con tanto cariño y pasión fue formando durante décadas quedara a disposición del público y en particular, del pueblo navarro. Apenas dos semanas después, y como si cumplido ese objetivo en el que puso tanto empeño pudiese descansar tranquila, ha fallecido en Pamplona, en su querida Villa Adriana, tras una larga enfermedad durante la que ha sido objeto del cariño y cuidado constante de su marido, Javier Vidal.
Tercera de cuatro hermanos y la única chica, María Josefa tuvo desde pequeña una marcada personalidad y un espíritu independiente. Heredó de sus padres, Félix y Adriana, un profundo sentido cristiano de preocupación por los demás. Fundó la asociación navarra Nuevo Futuro para proporcionar cuidados a los niños sin hogar. Primero en Navarra y después en países donde, como consecuencia de la violencia, muchos niños quedaron sin familia: Colombia, Croacia... Hasta allí viajó, a veces en situaciones de riesgo, y supo proporcionar un hogar a víctimas inocentes que lo habían perdido todo.
Compartió con sus hermanos otra gran pasión: el arte. De la mano de su hermano Juan conoció a artistas como Oteiza, Chillida o Basterrechea. Empezó a comprar obras, sobre todo de artistas españoles, creando una colección con un estilo personal, adelantado para su tiempo. Le gustaba ir a las galerías o a los estudios de los artistas y así fue adquiriendo aquellas que la impactaban, fruto casi de un flechazo. Poco a poco, las paredes de su casa de Madrid se llenaron de obras de Palazuelo, Oteiza, Tàpies, Picasso, Chillida, Feito, Millares, Rueda o Manrique y más tarde de Kandinsky y Rothko. María Josefa nunca pensó en una colección solo para su disfrute. Su deseo de compartir le llevó a elegir a la Universidad de Navarra como destino final de su colección, para que fuera el germen de un Museo abierto a la sociedad. Ella fue también la que sugirió que el arquitecto fuera Rafael Moneo, muy vinculado a la familia Huarte. Viene a mi memoria su felicidad el día en que firmamos el acuerdo de donación. Y recuerdo cómo disfrutó de las primeras reuniones con Moneo, en las que el edificio se fue perfilando y se eligió la ubicación en el Campus. Llegó a dar el visto bueno a la maqueta y quedó fascinada por los espacios, que era capaz de imaginar como si ya estuvieran construidos. Después vino su enfermedad, que le ha impedido gozar de los frutos de su generosidad. Es fácil imaginar su felicidad si hubiera podido ver sus obras expuestas en el magnífico recinto diseñado por Moneo; o la fotografía de Ortiz-Echagüe o, sencillamente, observar los miles de personas que en poco más de dos semanas han pasado por el Museo.
En la Universidad de Navarra nos queda el consuelo de haber tratado de corresponder a su magnanimidad, haciendo realidad sus sueños. Ahora, esa generosidad habrá recibido su recompensa y contemplará sin duda la Belleza que llenó de sentido su vida.