Rafael María Hernández Urigüen, , profesor en ISSA y la Escuela de Ingenieros - Tecnun
Entre el Candy Crush y la responsabilidad pública: un dilema para los jóvenes universitarios
Mientras los medios difundían el vídeo de la vicepresidenta primera del congreso español entretenida con su tableta durante el debate de la nación, mis alumnos de antropología iban planteándose cuestiones acerca de los nuevos paradigmas económicos y laborales que puedan modelizar una nueva sociedad solidaria y promotora del bien común-
No entro a si la representante pública jugaba en ese momento parlamentario al Candy Crush u hojeaba la prensa, ni mucho menos si escribía con un dedo el artículo que ha justificado en sus declaraciones varias, pero la escena furtiva no parecía expresar alta concentración o interés en el discurso de su jefe político.
Una imagen vale más que mil palabras, pero cuando las palabras de esa misma parlamentaria afirmaban unos días antes que no se puede estar contra el aborto y al mismo tiempo pertenecer al partido que ella representa (formación política votada porque prometió cambiar la ley abortista española), los votantes no dejan de percibir ligereza, desprecio altanero e incluso frivolidad en la persona que asumió la responsabilidad de responder a los deseos de esta numerosa ciudadanía.
Palabras y gestos irresponsables por parte de la clase política generan entre los jóvenes, de manera particular un desafecto hacia esta noble profesión, y son pocos los que en la universidad se sienten motivados a asumir en el futuro responsabilidades públicas.
En las reflexiones, diálogos y debates de las aulas, por contraste, detecto en las universitarias y universitarios interés hacia el bien común, sanear la economía la justicia social y las acciones solidarias que vayan transformando los modelos obsoletos que han llevado, por ejemplo, a la última crisis. Estas motivaciones de los jóvenes van más allá de las actuales siglas políticas.
De hecho, durante esa misma semana los estudiantes de Euskal Kultur Taldea (Agrupación para la cultura Vasca) pidieron permiso al comenzar mi clase para anunciar una actividad que reunía a representantes políticos de diversas formaciones. Les animé a publicitar su iniciativa y dije al resto del aula que tenía una oportunidad privilegiada para exponer las ideas que expresaban a diario en la asignatura y plantear a los políticos sus cuestiones. La mesa redonda agrupaba a representantes del PSOE, PP, PNV y Bildu, que expusieron ante casi cien universitarios sus propuestas en un diálogo sereno y constructivo tanto durante el debate como cuando llegó el turno de preguntas.
Un día después el Colegio Mayor de la Universidad de Navarra en San Sebastián convocaba otra mesa redonda bajo el título: "Paz, convivencia y reconciliación". Más de cien universitarios atendieron a los testimonios ofrecidos por víctimas de ETA y del GAL que expusieron su sufrimiento capacidad de perdón, dialogaron también serenamente y terminaron cenando juntos al finalizar el acto.
Motivar el interés de universitarias y universitarios por la política pacíficamente reflexionada y bajo la perspectiva de una sincera pasión por el bien común es más urgente que nunca. A mi entender, supone una grave responsabilidad de los docentes que explicamos humanidades. Ha llegado el momento de perderle miedo al noble término "política" que en la ética clásica (Platón y Aristóteles) suponía la elección de los mejores comprometidos por la justicia y la felicidad de los ciudadanos. La política era el culmen de la ética.
Sin duda, entre la bibliografía más luminosa y sugerente, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia junto a las numerosas encíclicas sociales, ofrecen fuentes de inspiración abundantes y amplias, junto a la Exhortación Evangelii Gaudium del papa Francisco en la que lanzaba este reto: "¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad «no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macrorelaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!" (Evangelii Gaudium, n 205).
Para que crezca ese número de políticos que regeneren esta "altísima vocación", o la universidad ofrece motivaciones convincentes a los jóvenes, o el relevo generacional resultará cada vez más problemático. Entre la frivolidad parlamentaria del Candy Crush y la pasión por el bien común solidario, el trecho a recorrer pide a gritos un acompañamiento educativo y de audaz compromiso docente.