09(04/24
Publicado en
Heraldo de Aragón
Gerardo Castillo Ceballos |
Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
La sofística está de nuevo vigente en una época en la que el relativismo ha vuelto con más fuerza e influencia social que en tiempo de Protágoras de Abderas y Gorgias.
El significado de ‘sofista’ ha evolucionado a lo largo de la historia. Comienza en la Antigua Grecia, con los expertos en retórica, considerados personas muy instruidas y guías en el uso de las palabras. La mayoría de los sofistas de la época clásica pecaban de relativismo. Según esa doctrina, el conocimiento humano es incapaz de llegar a verdades absolutas y universales; la verdad es relativa y su fundamento estaría en cada sujeto que juzga (subjetivismo). Por ejemplo, lo que uno considera bello puede ser feo para otro.
Como reacción, surgieron los ‘amantes del saber’, en oposición a quienes se autodefinían como ‘sabios’. A partir de la filosofía de Sócrates y Platón, el término ‘sofista’ se consideró de forma peyorativa. Platón se opone al relativismo de los sofistas y afirma que la verdad es única y susceptible de definición inequívoca. Se llega a ella a través del conocimiento de las ideas, mientras que para los sofistas es una cuestión de mera habilidad. A partir de ese momento, se acusa a los sofistas de utilizar la retórica a su conveniencia, presentando argumentos o ideas que eran falsas, pero que, a través de premisas plausibles, convencían a muchos de ser verdad.
Pero, ¿quiénes son los sofistas de ahora?En buena parte, algunos ‘expertos’ o gurús de internet. Vivimos un nuevo esplendor de la sofística basado en el fácil acceso a toda clase de información. En nuestra sociedad se ha separado el conocimiento, que emana de la investigación científica y filosófica, de los saberes populares comúnmente aceptados.
La sofística vuelve a estar vigente en una época en la que el relativismo ha vuelto con más fuerza e influencia social que en tiempo de Protágoras de Abderas y Gorgias. Así lo atestiguan, por ejemplo, unas palabras del cardenal Ratzinger pronunciadas unos días antes de ser elegido Papa como Benedicto XVI: «Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias. El relativismo imposibilita el diálogo para alcanzar una verdad común sobre la que construir la convivencia humana, el desarrollo como personas y como sociedad, e introduce una dictadura, la del propio yo y sus apetencias».
En muchos debates actuales no se suele hablar de la verdad, sino de ‘mi verdad’ y de ‘tu verdad’. Unos versos de Antonio Machado son muy elocuentes: «¿Tu verdad? No, la Verdad; y ven conmigo a buscarla». Coincido con Marta Luquero en que vivimos en la sociedad de los sofistas: hoy sobran sofistas y faltan filósofos; abundan los sofismas y escasean los axiomas. Frente a principios de verdades incuestionables, predominan argumentos falsos que se hacen pasar por verdaderos.
El arte de la persuasión hoy no suele estar al servicio de la verdad, sino de los intereses del orador. Poco ha cambiado, sólo los medios para hacer llegar los sofismas al pueblo. La televisión e internet han sustituido al ágora. Los sofistas de ahora, como los de la antigua Grecia, simulan saber de todo; no buscan la verdad, sino la apariencia de saber, ya que lo importante es que la falacia parezca verdadera.
«Frente a principios de verdades incuestionables, predominan argumentos falsos que pretenden hacerse pasar por verdaderos»
Actualmente el «yo solo sé que no sé nada» ha quedado anulado. Se cree que sabemos de todo. Los programas televisivos están ocupados algunas veces por pseudocientíficos y tertulianos omniscientes. Me parece correcto invitar a un tertuliano que sea experto en un determinado tema; pero lo que no tiene sentido ni utilidad es invitar a uno que habla de todos los temas con ‘autoridad’. ¿Saben distinguir la mayoría de los oyentes o televidentes españoles entre el experto y el sofista? Creo que en muchos casos no.