Manuel Blasco, Profesor del Departamento de Proyectos de la Escuela Superior de Arquitectura, Universidad de Navarra
Moneo, un ejemplo de esfuerzo y comportamiento
Recibir un galardón es recibir un reconocimiento que, en la dimensión del Premio Príncipe de Asturias, trasciende a muchos aspectos personales, familiares, profesionales, geográficos, etc. En estos momentos, premiar significa, con más precisión si cabe, ensalzar a aquellas personas que ejemplarizan valores en los que fijar nuestros objetivos.
Rafael Moneo ha hecho fácil una trayectoria ejemplar y esta digna distinción ha hecho razonable justicia entre otros eméritos candidatos. Empezó a ser digno de valoración hace muchos años, en su etapa de estudiante en el Colegio de los Jesuitas en Tudela (Navarra). Allí consiguió sus primeras distinciones. En aquellas "dignidades" -así se llamaban los premios-, se valoraba el esfuerzo y el comportamiento, y al final del curso se entregaban los otros premios, la notas de cada asignatura. Su interés por la cultura le hizo ya ser alumno "digno" a los 10 años y lo continua siendo hoy en día, en su setenta y cinco cumpleaños.
Rafael Moneo es un ejemplo justamente de esto: de esfuerzo y comportamiento. Eso le lleva a contemplar su trabajo con satisfacción, sabiendo que su fin no es el final sino justamente el continuado esfuerzo y comportamiento del hombre, del arquitecto, del profesor, del amigo, del ciudadano… Idear en el tiempo de hoy y en el espacio diverso le ha llevado a ser un arquitecto inmerso en una global manera de pensar.
Además, también ha sido ejemplo en su entorno más íntimo: en su familia, en su estudio, en sus amigos, en sus conciudadanos. En su generosidad, Rafael se ha multiplicado. Ha ofrecido atención y consejo a cada problema; ha hecho de la pequeña necesidad virtud de sus proyectos y del alumno más asustado, una persona abierta al horizonte.
A todos los que le rodeamos, en su mundo profesional y académico, nos asombra su capacidad inagotable que tiene de levantarse cada día buscando algo distinto y emocionante que le depare la vida. Busca la forma en la razón de la necesidad y, con la razón matérica que le da sustancia a lo que contemplado, produce belleza y serenidad.
La arquitectura se siente al fin orgullosa de tener un incontestado premio que se resume en una constante búsqueda, en donde la creatividad está el servicio del hombre en su acepción más humanística. Este premio de algún modo nos llega a todo el mundo de la arquitectura ,y al de su enseñanza, de un modo especial; qué fantástico es mirar siempre hacia delante y verlo ahí con la fuerza y la juventud de su privilegiada manera de ver con certeza la luz de la arquitectura.