Daniel Bartolomé Navas, Profesor de Protocolo ISSA de la Universidad de Navarra
“Nuevos rituales” para la “nueva normalidad”
Estando inmersos en la peor pandemia que se ha producido en nuestro entorno desde hace un siglo y, ahora mismo, con un racimo de rebrotes aflorando por todo el país, hablar de Covid-19 y Protocolo puede resultar, quizás, frívolo o superficial. Pero nada más lejos de la realidad.
A pesar del “terremoto” vírico que estamos sufriendo, nuestra vida oficial, laboral y personal debe de continuar. El coronavirus no ha sido invitado a nuestra comunidad. Se ha presentado él sólo y su presencia, desgraciadamente, está trastocando radicalmente los esquemas de interacción y las expresiones gestuales que, como humanos, hemos generado para mostrar y expresar nuestras emociones en sociedad. Y, aunque no queramos, estamos obligados a hacerle un hueco al “invasor” en el encaje protocolario de nuestra realidad.
Como señala el filósofo Byung-Chul Han en su último libro publicado recientemente La desaparición de los rituales, los ritos son acciones simbólicas que unen a los individuos y dan cohesión a la sociedad. “Los rituales dan estabilidad a la vida” señala el pensador surcoreano, y ese es el secreto que cobra un significado más profundo y trascendental en esta “nueva normalidad”. En estos meses, los gabinetes de protocolo de Presidencia de Gobierno y Casa Real, ejemplos paradigmáticos del buen quehacer protocolario en nuestro país, nos están enseñando a diario a través de los diversos eventos que se desarrollan cómo, a pesar del coronavirus, la vida continua y debe continuar porque si no la crisis económica y social generada puede ser mucho más profunda.
La distancia de seguridad que aleja a las personas y el uso de las mascarillas que anula la visión de las expresiones, son necesarias medidas sanitarias que no pueden amputar la expresión comunicativa de los individuos y de las instituciones. Son un obstáculo, es cierto, pero es una nueva situación que nos está exigiendo generar alternativas, bajo la seguridad de las precauciones, para seguir manteniendo los lazos de comunicación con nuestro entorno.
A escala laboral, la aparición del virus ha provocado un golpe muy duro en el tejido empresarial global y ha provocado, por ende, una readaptación en las relaciones profesionales. En nuestro universo conceptual ha aparecido una nueva palabra como ERTE y se ha generalizado, en los sectores que han tenido la posibilidad y los medios a su alcance, el teletrabajo. No obstante, y a pesar de la democratización del “trabajador virtual” y de la proliferación de las reuniones virtuales, para ciertos asuntos y escalas directivas, siguen siendo necesarias las reuniones presenciales.
En este sentido, un ejemplo evidente lo vemos en la reanudación, a comienzos de junio, de las reuniones completas del Consejo de Ministros. A pesar de estar lejos de tener controlada la pandemia a nivel mundial y de la posibilidad de reuniones telemáticas o semipresenciales, la presencialidad de la actividad del Ejecutivo para salir de la tormenta transmite confianza en la desescalada y en la “nueva normalidad”. Las reuniones del Consejo todos los martes -y los consejos extraordinarios celebrados algunos viernes- se realizan con todas las precauciones y medidas de seguridad sanitarias requeridas que, a partir de ahora, habrá que tener en cuenta a la hora de organizar reuniones. ¿Qué aspectos habrá que considerar?
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El espacio. La sala en la que se desarrolle la reunión deberá estar ventilada y contar con la posibilidad de ventilación natural a través de ventanas. Al entrar a la sala y en la sala deberán colocarse dispensadores de gel antibacterial. Tendremos que valorar si la sala que normalmente hemos usado con este fin cumple con los requisitos de la nueva situación.
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La mesa. Será lo suficientemente grande como para permitir sentar a los asistentes a la reunión manteniendo la distancia prudencial de seguridad. Aparte de la documentación necesaria preparada, cada asistente contará con un vaso de agua y una jarra para su uso particular. Otra posibilidad, que muchas organizaciones verán, será el uso de las botellas individuales de agua. Aunque su uso pueda ser más práctico, puesto que evitamos la necesidad de limpieza, no olvidemos que su práctica es más contaminante, aparte que el vaso y la jarra hacen más estética la escenografía de la reunión.
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Uso de mascarillas. Aunque sea incómoda -y se ha convertido también en un soporte comunicador de marca y de imagen-, su uso es obligatorio y necesario en espacios cerrados con asistencia de individuos no convivientes.
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Limpieza. Será necesario limpiar la sala y la mesa antes y después de uso para una reunión. Mismo procedimiento para los vasos y las jarras de agua que se utilicen.
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Saludos. Este es uno de los aspectos que más afecta en nuestra manera de relacionarnos y que a veces -y generándose situaciones cómicas- nos tenemos que recordar unos a otros. Acostumbrados a la cercanía del apretón de manos, del beso o del abrazo, la nueva realidad sanitaria nos exige nuevas formas de saludo que, en principio, son más fríos (saludar con la mirada, levantar la mano…) aunque también las podemos hacer divertidas como el “choque” de codos que puede romper el hielo antes de una reunión.
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Coffee-break/lunch: en toda reunión con cierta duración, se puede prever un tiempo de descanso en el que, en un espacio de la sala, en una sala aparte o en la entrada de la sala se puede montar un servicio de café. Considero que, a pesar de la “nueva normalidad”, se puede seguir utilizando este servicio con todas las medidas sanitarias establecidas con el fin de tomar un tentempié en la pausa. Pero si debemos tener claro que la pausa no servirá para interaccionar con otros asistentes como tradicionalmente hemos hecho en este tipo de descansos.
Como conclusión señalar que la “nueva normalidad” nos exige nuevos hábitos en las relaciones humanas que, hace unos meses, eran inimaginables en nuestras sociedades occidentales. Aun así, y con nuevos elementos y nuevas normas, el ritual debe continuar.