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"Antes llenaba el carro con 50 euros, y ahora..."

09/11/2023

Publicado en

Diario de Navarra

Álvaro Bañón Irujo |

Profesor de Dirección Financiera e Inversiones

"¿Cómo funcionan las medidas implantadas por los gobiernos? En la mayoría de los casos, como combustible para la inflación"

La frase “antes llenaba el carro del súper con cincuenta euros y ahora no me llega ni para la mitad” es la mejor forma de expresar lo que es la inflación. Subida de precios. O, lo que es lo mismo, el peor de los impuestos para las clases más desfavorecidas porque es un impuesto al consumo que se aplica por igual a ricos y a pobres.

Todo en economía se explica desde la oferta y la demanda, y la inflación, especialmente. Este episodio de elevada inflación tiene su origen en un crecimiento espectacular de la demanda (las inyecciones de dinero de los bancos centrales, el ahorro embalsado durante el confinamiento) y una reducción, también considerable, de la oferta (los cierres en Asia, los cuellos de botella en la logística, la guerra de Ucrania, la sequía). ¿El resultado? El que vende ve que puede pedir más y lo pide. Y se lo pagan. Y sube el precio y se lo siguen pagando.

Y, ¿Cómo funcionan las medidas implantadas por los gobiernos? En la mayoría de los casos, como combustible para la inflación. Si, por ejemplo, el Gobierno (con un coste enorme) subvenciona cada litro de gasolina a todo el mundo con 0,2 euros, lo único que se logra es que esa subvención vaya al que lo vende o al productor.

¿Por qué? Porque, ¿qué hará quien vende la gasolina y ve que se la compran a 2,2 euros el litro si le subvencionan 0,2 euros el litro? ¿Lo bajará a 2? No. Lo mantiene a 2,2 y se lleva la subvención diciendo que el precio sin la subvención sería 2,4. ¿Por qué? Porque la demanda lo aguanta.

Si el Gobierno baja el IVA de los alimentos (una medida excelente, pero no antiinflacionista) pasará lo mismo. Si quien vende las naranjas a 3,10 euros el kilo (con un IVA del 10 %), ve que el IVA baja al 5 %, las seguirá vendiendo a 3,10 euros el kilo mientras la demanda aguante, añadiendo ese 5 % a su margen de beneficio. Mientras la demanda aguante, no bajará los precios, sea el IVA el que sea.

Estas medidas, además de inútiles, son extremadamente caras. Pero se venden bien, dan titulares amables y hacen ver que las autoridades toman medidas.

Entonces, ¿Cómo podemos combatir de verdad la inflación? La cuestión es hacer disminuir la demanda y aumentar la oferta. En el lado de la demanda, se necesita que ésta se retraiga y eso solo pasará si se aplican medidas que son como las medicinas antiguas: desagradables y con efectos retardados.

La subida de tipos de interés es la más evidente. Cuando escucho en una cena la frase: “Nos ha subido la cuota de la hipoteca y tendremos que irnos menos días de vacaciones este año”, inmediatamente pienso “desgraciadamente, se trata exactamente de eso”.

Hace falta que los españoles demanden menos ocio, menos aceite de oliva virgen (y se cambien a otro más barato), menos gasolina, menos noches de hotel. Solo así quienes les venden tendrán que competir por su dinero. Solo así bajará (o subirá menos) el precio de los hoteles, los pisos, o la cerveza.

La cuestión es, ¿cómo va a bajar el precio del aceite de oliva en el súper si a este ya le cuesta seis euros? Si el supermercado ve que tiene que bajar el precio para competir porque los consumidores se están pasando al girasol o porque tienen menos capacidad de compra, tendrá que bajar el precio. Y esa bajada irá a toda velocidad hasta el origen de la cadena, porque al agricultor el coste de extraer un litro de aceite no le ha subido un 100 % como sí lo ha hecho el precio final. El precio del barril de petróleo bajó hasta 17 dólares durante el confinamiento. ¿Era más barato extraerlo? No. No había demanda de combustibles y el recorte fue hasta el origen.

Hay mucho menos aceite de oliva debido a la sequía y la demanda sigue fuerte. Si el que vende en origen tiene menos producto, y ve que la demanda aguanta subidas de precio, subirá el precio. Sean sus costes los que sean. El precio no bajará hasta que tenga que venderlo compitiendo (no cuando bajen sus costes).

¿Y qué hacemos con la oferta? Hace falta mucha más competencia en todos los ámbitos. La labor de los gobiernos debe ser eliminar las barreras de entradas en numerosos mercados. Que entren nuevos oferentes a un mercado preocupa a quienes ya están en él (y por eso se organizan en grupos de presión) ya que tendrán que bajar precios o mejorar su producto o servicio. Pero eso es lo mejor que le puede pasar a los consumidores. Ya sean nuevos supermercados, bancos o servicios de transporte de viajeros. Y quien sea caro o ineficiente desaparecerá. No porque lo diga ningún “poder superior”, sino porque los consumidores así lo decidiremos dejando de comprar ahí.

Por lo tanto, y para que el precio de alquileres, alimentos o transporte no se dispare, lo realmente efectivo es que se eliminen las barreras de entradas y que se permita y fomente el aumento de la oferta. Más pisos en alquiler (por ejemplo), más competencia y gente nueva en los mercados.