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Pablo Blanco |
Profesor en la Facultad de Teología
Joseph Ratzinger nació en Marktl am Inn en 1927. Hijo de un gendarme rural y de una sencilla madre de familia, recibió una sólida formación cristiana, que se oponía abiertamente al régimen de Hitler. En la escuela destacó por sus dotes intelectuales y por su afición a las lenguas clásicas, a la vez que iba adquiriendo sensibilidad hacia la liturgia. Benedicto XVI mantiene así la sencillez de los campesinos bávaros.
Poco a poco va madurando el joven Joseph su vocación sacerdotal y, con esa idea, ingresa en el seminario de Traunstein primero y de Frisinga después. En la universidad de Múnich –siempre en Baviera– recibe una formación más profunda, sobre todo en historia, filosofía, liturgia y exégesis bíblica. Al final, realiza investigaciones sobre Agustín y Buenaventura, con la misma orientación por tanto que Romano Guardini.
Tras superar el examen de habilitación en 1957, comenzará entonces una larga peregrinación por distintas universidades alemanas: Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona. En Bonn entrará en contacto con el ecumenismo con luteranos y ortodoxos sobre todo, a la vez que conoce a fondo la teología de las religionesk, sobre todo el hinduismo. También contará con una posición privilegiada al asistir como perito al concilio Vaticano II (1962-1965). El cardenal Frings, arzobispo de Colonia, decide llevarlo a Roma, donde conoce a los más importantes teólogos del momento: Lubac, Daniélou, Congar, Philips y sobre todo Rahner, con quien colabora en un primer momento.
Tras estar tres años en la univesidad de Münster, Ratzinger llega a la cumbre de su carrera académica, al conseguir cátedra en Tubinga, llamado por Hans Küng. Sin embargo, el ambiente excesivamente polémico y politizado de aquella universidad a finales de los años sesenta le llevará a un nuevo cambio. Antes podrá dejarnos una de sus obras más conocidas: la Introducción al cristianismo (1968).
Comienza entonces una más intensa colaboración con Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar, que culminará con la creación de la revista Communio. Se encuentra entonces a sí mismo como teólogo y desarrolla una teología más madura. Es nombrado sin embargo en 1977 cardenal y arzobispo de Múnich y Frisinga. Las responsabilidades pastorales hacen evolucionar la visión teológica del profesor. Con el nuevo pontífice, Juan Pablo II, establecerá una espontánea relación de sintonía, que llevará en 1981 a su nombramiento como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
El nuevo prefecto acometerá su labor con entusiasmo y claridad de ideas: se suceden las intervenciones, no siempre exentas de polémica en los medios de comunicación. Una piedra miliar en todos estos estos años será el sínodo de obispos de 1985, cuyo fruto maduro será el nuevo Catecismo de la Iglesia católica (1992). Ratzinger no deja de acometer los retos que piensa que debe afrontar, como el ecumenismo y la teología de la liberación, la familia y la vida humana, la oración y la pastoral con homosexuales, Cristo y las demás religiones.
El 30 de enero de 1998 recibió el doctorado honoris causa en la Universidad de Navarra, donde quiso compartir unos días con profesores y alumnos. Tras la muerte de Juan Pablo II, el 19 de abril de 2005 es elegido por los cardenales obispo de Roma y, por tanto, sumo pontífice de la Iglesia católica, con el nombre de Benedicto XVI. Su primera encíclica será sobre el amor (Deus caritas est, 2005), necesario complemento de la verdad. Publicará también otras dos encíclicas sobre la esperanza (Spe salvi, 2007) y una encíclica social titulada Caritas in veritate (2009). El amor, la verdad y la esperanza constituyen así el tríptico sobre el que enseñó Benedicto XVI.
Presidió también los sínodos sobre la eucaristía, la palabra de Dios y la nueva evangelización, y realizó algunos viajes internacionales memorables como a Inglaterra y Estados Unidos, Alemania y Turquía, Brasil y España, Israel y algunos países árabes. Tuvo que afrontar las crisis de los escándalos sexuales por abusos a menores y las filtraciones del caso Vatileaks. Acometió también la reforma del sistema financiero en el Vaticano. Renunció a su cargo el 28 de febrero de 2013, para dedicarse a una vida de estudio y oración. Pablo Blanco Sarto/ Universidad de Navarra