Javier Gil Guerrero,, Doctor en Historia. Instituto Cultura y Sociedad (Universidad de Navarra)
América en retirada
Cada vez parece más evidente que tenemos que despedirnos del mundo unipolar en el que vivimos los últimos 25 años. Los Estados Unidos de Obama, traumatizados y con signos de fatiga por la guerra de Irak y la crisis financiera de 2008, han indicado los límites de su poder e influencia invitando a sus aliados en Europa y Asia a que asuman una mayor parte de la responsabilidad y el peso que conllevan el liderazgo global. Sin embargo, este momento ha llegado en el peor momento posible, con una Europa y un Japón sumidos en una interminable crisis económica y política. El resultado ha sido un menor papel de Estados Unidos en la escena internacional sin que ninguna otra democracia haya dado un paso al frente para tomar parte del relevo. Pero el escenario no se ha quedado vacío. Ni Europa ni la ONU tienen la voluntad, el consenso o los recursos para actuar decididamente en la escena mundial de la forma en que Washington ha obrado en los últimos sesenta años.
Aprovechando el nuevo espacio cedido por Washington, países como China y Rusia han visto incrementado su poder influencia tanto a nivel regional como global. Huelga decir que estos países tienen una agenda muy diferente a la que Estados Unidos o Europa tratan de impulsar en el mundo: la ampliación de su poder político y económico tiene precedencia sobre cualquier consideración de derechos humanos o democráticos. En muchos casos, la expansión de su influencia en zonas como Asia Central, África o Europa del Este conlleva un aumento de la inestabilidad en la zona que acompaña a un fortalecimiento de las dictaduras y un menoscabo a los sistemas democráticos.
Esta ha sido una de las principales lecciones aprendidas por Europa en los últimos meses: que Estados Unidos desempeñe un menor papel en la escena mundial no se traduce automáticamente en una mayor participación y cooperación entre países medianos y pequeños, sino en un aumento del poder e influencia de otras grandes potencias como Rusia y China.
Es de esperar que las anexiones territoriales rusas prosigan mientras que China siga imponiendo de manera coercitiva su voluntad a sus vecinos en las diferentes disputas fronterizas. ¿Quién puede frenar las ambiciones expansionistas de dichos países? ¿Quién puede seguir impulsando la expansión de la democracia en el mundo? Ante la duda de que América siga queriendo desempeñar ese papel, los rivales de Occidente se han mostrado más decididos y atrevidos. Estados Unidos no parece dispuesto a tranquilizar a sus aliados ante las acuciantes amenazas que afrontan mientras que sus enemigos no se sienten ya asustados por las represalias Americanas.
Que Estados Unidos no quiera seguir siendo ya el policía global (como Obama y el Tea Party sostienen) se traduce en un orden mundial más caótico en el que los estados más fuertes imponen sus condiciones a los más débiles. Un pastor pasivo no significa unas ovejas más libres e iguales sino un festín para los lobos. El sistema económico y de gobierno mundial impulsado y sostenido por Estados Unidos distaba mucho de ser justo y perfecto, sin embargo, hay que preguntarse lo que traerá el declive de ese sistema o su sustitución por otro respaldado por Rusia y China.