José Angel Medina, Profesor de la Escuela de Arquitectura y director del centro (2012-2015)
Enhorabuena, Maestro Moneo
El día 8, a última hora de la tarde, conocí la buena noticia de que el Premio Nacional de Arquitectura 2015 era para José Rafael Moneo Vallés. La información venía acompañada por una breve justificación del premio en la que se detallaba que, “en testimonio de la calidad de su obra, reconocida en España y fuera de nuestras fronteras, por su contribución al pensamiento arquitectónico, así como por su magisterio en las más prestigiosas universidades de todo el mundo”. Afirmación que, sin duda, hace justicia.
Más allá de la peculiaridad de que ya en 1961 el arquitecto Navarro obtuviera este reconocimiento, entonces dirigido al Proyecto de Centro de Restauraciones Artística en Madrid en el que colaboró con el genial Fernando Higueras, el premio subraya ahora la trayectoria profesional –y académica– completa del arquitecto. El reconocimiento se suma así a un largo historial de premios como el Principe de Viana en 1993, el premio Mies van der Rohe en 2001, las medallas de oro de la Unión Internacional de Arquitectos en 1996, del Royal Institute of British Architects en 2003 y del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España en 2006, el Príncipe de Asturias en 2.012, o en el que sin duda destaca entre todos ellos, el Premio Pritzker de 1996, el único español en conseguir este “Nobel oficioso” de la arquitectura.
Tal y como nos han recordado las numerosas reseñas que están apareciendo en prensa, el trabajo de Moneo se encuentra repleto de hermosos edificios como el Museo de Arte Romano de Mérida, la Catedral de Los Ángeles o el auditorio Kursaal en San Sebastián, entre muchísimas obras más. Aquí, en Pamplona por ejemplo, hace escasamente un año que inauguró el Museo de la Universidad de Navarra, magnífico edificio que recoge, entre otras colecciones, el legado de María Josefa Huarte y el fondo fotográfico de José Ortiz-Echagüe.
Por suerte para los que formamos parte de la Universidad de Navarra, y en especial de su Escuela de Arquitectura, a Rafael Moneo hemos podido conocerlo un poco mejor gracias a las numerosas ocasiones en las que ha venido: conferencias, tribunales de tesis, cursos de teoría de la Arquitectura o cursos de proyectos. La última vez que le tuvimos con nosotros fue con motivo de los actos de celebración del cincuentenario de la Escuela de Arquitectura a los que acudió generosamente a finales del curso pasado.
Todas estas ocasiones nos han permitido comprobar muestras y detalles de la enorme talla académica del arquitecto; quizá la faceta menos conocida del navarro. En este sentido, cabe la pena destacar su gran compromiso con la Academia a lo largo de su carrera: su magisterio desde su cátedra en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, en sus inicios, o en la Cátedra de Madrid, después, hasta su nombramiento como Chairman del departamento de Arquitectura del GSD de Harvard no hacen sino confirmar el enorme trabajo –y generosidad–, dedicado a la formación de otros arquitectos. Sólo quien ha podido observarle en el desempeño de la docencia puede comprobar el gran rigor y disciplina con la que acomete esta tarea de universitario, que no necesariamente resulta tan lucida como la de la faceta de diseñador y constructor. A modo de ejemplo, me tomo la licencia de poner por escrito el recuerdo de la meticulosidad y el mimo con la que repasaba sus notas antes de dar unas lecciones teóricas en nuestra Escuela hace pocos años, a pesar de que estoy totalmente convencido de que D. Rafael conocía y recordaba perfectamente todos los detalles de la clase que iba a dar.
Enhorabuena, por lo tanto, maestro Moneo, por este último galardón.