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Las ventajas del silencio

10/04/2025

Publicado en

Alfa y Omega

Ricardo Piñero Moral |

Catedrático de Estética, profesor del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea y director del Instituto Core Curriculum

A veces, nos resulta complicado saber cuándo hemos de hablar o cuándo hemos de callar. Cuando las conversaciones se entrecruzan es difícil observar y mantener una compostura adecuada. Uno puede debatirse entre aportar su punto de vista con la intención de iluminar alguno de los asuntos tratados o, por el contrario, permanecer callado procurando sopesar y aprender de los demás. Hay que tener cuidado: el orgullo y la soberbia nos juegan malas pasadas.

Desde luego, cada vez son más los escenarios en los que asistimos a diálogos desaforados, a disputas en las que el mayor objetivo no es esclarecer la verdad, sino imponer un determinado criterio, conquistar una posición de dominio. A gritos no se suelen solucionar los problemas de los individuos, entre otras cosas, porque cuando gritamos manifestamos que el otro, que la otra persona, esa que tenemos delante no nos importa. Sí. Estoy convencido. Gritar es una forma de desprecio, tan vejatoria como un bofetón. Por eso hemos de procurar, entre todos, afear la conducta de quienes están empeñados en hacer de la vida social, de la necesaria disputa política, de nuestro convivir cotidiano una jaula de grillos en la que se empeñan en aplastar la voz del adversario.

Quien opina diferente a ti no tiene por qué ser tu enemigo, antes al contrario, seguro que comparte contigo mucho más de lo que te imaginas. Podemos ser muy distintos, y es muy bueno que así sea; podemos tener ideas sobre la realidad, el mundo, Dios, la política internacional o la marcha de la economía que parezcan opuestas… Sin embargo, en lugar de recorrer caminos que nos separan a unos de otros, podríamos probar por una vez -y que sirva de precedente- a compartir aquello que nos une.

Lo confieso. Aprecio la diferencia, valoro extraordinariamente la diversidad, soy un disfrutón de la pluralidad, porque estoy convencido de que, de lo contrario, sin matices, sin disenso, sin contrastes la vida humana no sería tal. Quienes quieren aniquilar los destellos de ideas que no son las suyas, aniquilar creencias que ellos no tienen, desprestigiar valores  de otros, o condenar pasiones diferentes a las suyas deberían hacer un ejercicio de humildad y sencillez y, en lugar de ponerse a gritar para acallar la voz ajena, podrían, aprender a guardar silencio. La ventaja de ese aprendizaje sería formidable: descubrir la importancia de lo que custodia la inteligencia y el corazón de quienes nos rodean.