10/05/2023
Publicado en
El Día, El Diario Montañés y Diario de Navarra
Gerardo Castillo Ceballos |
Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Hoy algunos presentan la cuestión del “vientre de alquiler” como un avance progresista, cuando en realidad es un retroceso en materia de derechos humanos basado en el relativismo ético. Al ser tratada como un instrumento, se hace violencia a la dignidad de la mujer.
La maternidad por subrogación consiste en la gestación, convenida en un contrato, por una mujer que renuncia por dinero a la filiación materna y consiente que la filiación del niño quede determinada a favor del contratante. El supuesto se conoce de diversos modos: maternidad subrogada o maternidad por sustitución, vientres de alquiler o madres de alquiler. Este contrato de gestación subrogada está prohibido en España. Una sentencia del Tribunal Supremo en el año 2022 establece que "Los contratos de gestación por sustitución vulneran los derechos fundamentales, tanto de la mujer gestante como del niño gestado, y son por tanto manifiestamente contrarios a nuestro orden público".
La maternidad subrogada no puede ser una alternativa legal para tener descendencia. Es una práctica que abre las puertas a la explotación de la mujer, enriquece a las agencias o intermediarios que buscan a gestantes dispuestas a alquilar por dinero sus vientres y fomentan situaciones comparables con la esclavitud. La gestación por sustitución es, ante todo, un negocio muy lucrativo a costa de mujeres muy vulnerables. El precio de un contrato de gestación varía mucho en función del país del mundo en que se realice el proceso: puede oscilar entre los 40.000 euros y los 200.000. Se estima que cada año nacen unos 20.000 niños por medio de ese procedimiento.
Nuria González, especialista en Bioética, en su libro “Vientres de alquiler” describe ampliamente ese negocio deshumanizado. El prólogo es de Alicia Miralles, portavoz de la plataforma “No somos Vasijas”. Alicia afirma que la maternidad subrogada es un eufemismo con el que se intenta edulcorar la triste realidad de las mujeres que son compradas como vientres de alquiler.
La Asociación Española de Bioética (AEBI), considera la maternidad por subrogación como una nueva forma de explotación de la mujer, contraria a su dignidad, al usar el cuerpo femenino, y por tanto su persona, como un objeto negociable. Pero lo más llamativo es que también lo condenan los colectivos feministas. Aducen que la gestación subrogada supone un ataque flagrante contra los derechos de las mujeres y, además, implica, en la inmensa mayoría de los casos, que son las más pobres quienes acaban pariendo a los hijos de los más ricos.
Los argumentos del Foro de la Familia en contra de la maternidad subrogada son también muy sólidos: el cuerpo de la mujer se convierte en un objeto; se mercantiliza el deseo de ser padres; se producen problemas anímicos en la madre que después de nueve meses de gestación tiene que desprenderse del niño; el niño se convierte en objeto, ya que tiene un precio.
La Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida emitió una nota el 21 de abril del año actual en la que fija su posición sobre «la maternidad subrogada». Entre las conclusiones de este documento, los obispos señalan que «la maternidad por subrogación es una nueva forma de explotación de la mujer, contraria a la dignidad de la persona humana, pues usa el cuerpo femenino y toda su persona, reduciéndola a ser una incubadora humana».
Lo más doloroso es que la mujer gestante es utilizada como si fuera una factoría que fabrica bebés para otros. Ni a los que pagan ni a los intermediarios les importa la situación de la mujer ni el vínculo que como madre se genera durante los nueve meses que el bebé está en su seno. Son tratadas así porque las empresas se aprovechan de la situación de necesidad de muchas mujeres.
Con los vientres de alquiler se promueve la eugenesia. Como el bebé es tratado como una mera mercancía, los compradores pueden elegir el producto que más les guste. Es lo que están haciendo las empresas que comercian con los vientres de alquiler. Por ejemplo, la compañía británica Baby Bloom, que vende como punto estrella de su producto la selección del niño perfecto.