Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
La soledad del profesor de secundaria
A muchos profesores de enseñanza secundaria de ahora se le puede aplicar el título de un libro de relatos escrito por Alan Sillitoe en 1959: “La soledad del corredor de fondo”. En una carrera de fondo, a diferencia de la de cien metros lisos, es más importante la resistencia que la velocidad; por eso resulta menos vistosa y no se presta tanto al protagonismo personal. El ganador suele permanecer “escondido” en medio del grupo hasta que aparece en la recta final. Esa resistencia, en el caso del profesor se denomina resiliencia, que es la capacidad para afrontar la adversidad y superarla.
Con la llegada del posmodernismo, a comienzos del siglo XX se inició una crisis de la razón, en la que lo consistente fue sustituido por lo banal, y la conducta voluntaria por el deseo. Ello afectó a muchas familias y a la educación familiar: los padres que antes educaban a sus hijos en el respeto, la libertad responsable, el esfuerzo y la disciplina, cedieron ante los cantos de sirena del permisivismo educativo. Estos padres que presumen de ser “liberales” con sus hijos se consideran buenos padres, por lo que ante los inevitables malos comportamientos de sus hijos adolescentes (egoístas, perezosos, desobedientes, indisciplinados, etc.) buscan culpables fuera de la familia, preferentemente en la escuela y en los profesores.
Este tipo de padres delegaron casi totalmente la educación de sus hijos en la escuela y se reservaron el derecho ilimitado a exigir resultados. “Muchos profesores se quejan de que los padres no sólo se despreocupan de inculcar en sus hijos unos valores mínimos, en la convicción de que ésa es una obligación que sólo atañe a los profesores, sino que, además, en cualquier problema están dispuestos de antemano a inculparles, poniéndose del lado del niño, con la coartada última de que, a fin de cuentas, si es un maleducado la culpa es del profesor que no ha sabido enseñarlo”.
(J. M. Esteve: Amiel)
Ya en 1981, un informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) formuló un acertado y oportuno diagnóstico de la nueva situación: “En una época en la que se le pide cada vez más a la escuela cumplir funciones que competían tradicionalmente a otras instituciones sociales como la familia, los docentes consideran que es injustificado reprocharles el que no estén a la altura de todos los desafíos que plantea un mundo en rápida transformación, especialmente si ellos no disponen de los recursos que querrían para afrontarlos”.
Jon Bradley, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad McGill de Montreal, considera que, como sociedad, estamos transfiriendo responsabilidades a las escuelas en muchas materias que no están relacionadas con su desempeño y experiencia. Suelen pertenecer a la familia. El intento de redirigirlas para que sean enseñadas en el colegio suele ser un fracaso.
Las expectativas de la sociedad del conocimiento difícilmente pueden ser satisfechas a corto plazo y sólo por los profesores. El profesor necesita desaprender procedimientos del pasado para aprender y adquirir cuanto antes nuevas herramientas que le posibiliten adaptarse a los nuevos tiempos, que son los de los cambios acelerados. Y a los padres les suele faltar paciencia.
Los docentes se sienten desprotegidos y solos. Es más preocupante sentirse solos que estar solos, ya que es una percepción personal de vacío, y angustia; se puede tener incluso estando rodeado de personas. Esa percepción de soledad la provocan algunos padres, que lejos de solidarizarse con los profesores, se alían con el hijo de forma muy crítica.
Una de las posibles medidas preventivas para evitar ese conflicto, así como sus consecuencias en forma de malestar y soledad del profesor, es replantear la formación inicial del profesorado despojándola de posibles visiones idealizadas y adecuándola a los nuevos problemas. Ello requiere desarrollar en los profesores capacidades relacionales para la comunicación con padres indiferentes y habilidades sociales para aplicarlas en el aula con alumnos adolescentes que no quieren aprender.
Hoy se necesita nuevas ideas para implicar a los padres de los alumnos en la vida de la escuela. Es fundamental hacerles ver que el trabajo en equipo mejora siempre los resultados, y no sólo en la empresa. Esa labor de equipo entre padres y profesores favorece la motivación hacia el estudio y el aumento significativo del rendimiento académico.
En este momento es más necesario que nunca reivindicar socialmente la figura y el trabajo del profesor. Ese es el objetivo que persigue la celebración cada año del “Día Mundial de los Docentes”, en el que se destaca su labor formativa y social.