Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
La proliferación de los ególatras
La egolatría consiste en el culto, adoración o amor excesivo de sí mismo. El término proviene del griego ego, que quiere decir “yo” y latreis, que significa “adoración”. Una persona ególatra siente una afección hacia sí misma desproporcionada. Se considera superior a los otros y pretende despertar en ellos la misma admiración que siente por su propia persona.
La egolatría no debe confundirse con el narcisismo y la autoestima, aunque los tres conceptos están ligados entre sí. Estar enamorado de la propia imagen física, como el vanidoso Narciso, no es igual que tener una opinión de sí mismo basada en el auto-concepto.
La psicología reconoce la egolatría como un problema de personalidad. Cuando llega a niveles extremos, recibe el nombre clínico de Trastorno Narcisista de la Personalidad.
La actual proliferación de ególatras no se explicaría sin la referencia al contexto individualista en el que han nacido y crecido.
El individualismo es una corriente filosófica que defiende la libertad, dignidad y derechos particulares de las personas, frente a los mandatos imperativos de la sociedad o del Estado. Pero ese no es el significado que se le suele atribuir en el lenguaje usual y que recoge también el diccionario de la lengua en una de sus acepciones: “tendencia de una persona a obrar según su propia voluntad, sin contar con la opinión de los demás individuos que pertenecen al mismo grupo y sin atender a las normas de comportamiento que regulan sus relaciones”.
Paradójicamente, la conducta individualista está teniendo últimamente un origen social: muchas de las culturas actuales son individualistas; es la sociedad misma la que se ha vuelto individualista, dando primacía a las opciones individuales frente a las normas sociales. En este proceso fue clave el auge del consumismo con la ayuda de la publicidad, a partir de la segunda mitad del siglo XX.
La publicidad intenta persuadirnos de que la identidad personal está en el producto elegido, que tiene asociada una imagen de éxito social. Los artículos dejan de ser meros objetos para formar parte de la identidad de cada individuo. Soy la ropa con la que me visto, la botella de cerveza que suelo beber, el teléfono móvil que uso, etc. Estamos en la era de la diferencia; necesitamos sentirnos especiales y destacar sobre los demás (no por el esfuerzo y el mérito, sino por lo que compramos).
¿Las personas ególatras nacen o se hacen? Responde Clarín Blog: “no nacen con esa condición, sino que son formadas así a partir del entorno de su cuna.” Muchos ególatras fueron criados bajo el paraguas de la sobreprotección, por considerar que así tendrían ventaja sobre los no protegidos por sus padres. Ello es reflejo de una sociedad que valora prioritariamente lo material y compara constantemente a las personas entre sí en función de sus triunfos, sean reales o aparentes.
¿Cómo se reconoce a un ególatra? En lo siguiente: necesita recibir halagos constantemente, para afrontar su inseguridad; se presenta como infalible para no ser visto como lo que es: una persona solitaria y débil. La actitud arrogante del ególatra, unida a la carencia de empatía y al desprecio de los demás, suscita rechazo social. No obstante, la egolatría es una inagotable fuente de humor. Algunos chistes la retratan mejor que un artículo científico. Por ejemplo, los que aluden, con cariño, al pequeño ego de los argentinos:
“¿Cómo se suicida un argentino? Primero se sube a su ego y luego…¡salta!”.
Para algunos autores la egolatría no es solo un trastorno de la personalidad; sería, además, un defecto moral ligado al orgullo y a la vanidad, que podría generar un sentimiento de culpabilidad. Así lo expresa un texto de Rabindranath Tagore:
“¿Quién es este que me sigue en la silenciosa oscuridad? Me desvío para evitar su presencia, pero no consigo escapar. Con sus fanfarronadas levanta polvaredas, y con su voz poderosa remeda todas las palabras que yo pronuncio. Es mi propio yo miserable. No conoce la vergüenza, pero yo me avergüenzo de acudir a tu puerta en su compañía.”
¿Es posible reorientar al ególatra? No es tarea fácil, precisamente porque su “yo” está deteriorado. Los expertos afirman que el tratamiento más adecuado es el procedimiento terapéutico cognitivo-conductual, centrado en el cambio de distorsiones cognitivas que los pacientes tienen sobre sí mismos. Añaden que es muy recomendable el entrenamiento en habilidades sociales que fomenten la empatía y la asertividad.
La integración en pequeños grupos de trabajo, ocio y convivencia le puede ayudar a conocer y contrastar diferentes tipos de personalidad. Esa terapia conductual en grupo le puede servir además para reconocer los problemas de otras personas y colaborar con ellos en la solución; también para iniciar la escucha en vez de hablar siempre de sí mismos.