Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
¡S.O.S.: un niño tirano en mi vida!
La etapa de la infancia, comparada con la de la adolescencia, siempre fue más tranquila para los educadores, porque los niños son más sencillos, estables y dóciles que los adolescentes. Sin embargo, actualmente muchos adolescentes han cambiado la rebeldía por el conformismo, y muchos padres han sustituido la exigencia por la tolerancia. Aparentemente al menos, ya no hay conflictos generacionales. Pero para que los padres no se “aburran”, ahora están surgiendo conflictos de otro tipo con hijos preadolescentes.
Las nuevas crisis paternofiliales son protagonizadas por niños consentidos que suelen convertirse en tiranos. Poseen el “Síndrome del pequeño emperador”. Es la consecuencia de un amor paterno mal entendido.
A muchos niños de ahora, se les consiente casi todo en su casa, hasta tal punto que la vida familiar acaba girando en torno a lo que a ellos les apetece cada día. Por ejemplo, hay que ver el programa de televisión que les gusta, comer a la hora que les apetece, etc.
Cada vez hay más niños que se convierten en dominadores de su hogar. Algunos se comportan de forma despótica con sus padres, exigiendo que satisfagan todos sus deseos sin demora. Si en alguna ocasión los padres no les complacen en algo, los niños tienen reacciones violentas (rabietas ruidosas, gritos, insultos, golpes, etc.). La madre suele ser la principal víctima en el 90 por ciento de los casos.
La excesiva permisividad y tolerancia paterna hace que estos niños se conviertan en auténticos dictadores en su familia. Como están acostumbrados a “salirse con la suya” y a no encontrar límites en su comportamiento, no aceptan un “no” por respuesta. No han sido preparados para tolerar las frustraciones, por muy pequeñas que sean, (como, por ejemplo, que les quiten el tarro de la mermelada tras untarla más de diez veces en el pan).
Los niños tiranos no nacen, se hacen. En muy contados casos influye el factor genético. En su perfil destacan los siguientes rasgos: exigentes, mandones, egoístas, caprichosos, enfadadizos, descontentos, malhumorados, celosos y envidiosos. Con esa forma de ser no suelen ser aceptados en el grupo de juegos y en la pandilla de amigos.
Además. carecen de sensibilidad y empatía, por lo que no sienten culpabilidad y compasión por las personas que maltratan. Las conductas muy agresivas, como desafiar a los padres y pegarles no suelen producirse antes de los 13 años.
A los padres les cuesta mucho aceptar que un hijo suyo sea un tirano; admiten, como mucho, que es un poco “travieso”. Sin embargo, esos mismos padres detectan fácilmente la tiranía en los hijos de los demás.
En una viñeta cómica de Forges se muestra el diálogo entre un psicólogo consultor y los ingenuos padres consultantes de un niño tirano que porta un martillo:
-Evaluada científicamente la situación, me inclino a quitarle el martillo.
-¿Y no le crearemos un trauma?
-No, tontolhabas, no
En descargo de los padres de niños tiranos hay que decir que tienen que afrontar una situación insólita, para la que no existen soluciones conocidas.
Una madre muy afligida contó que su hijo de nueve años le había dado un tirón de pelo por taparle (sin querer) el televisor, mientras marcaban un gol, cuando le llevaba la bandeja de la comida. La señora confesó, además, que su hijo no había admitido desde pequeño otro menú que huevos fritos con tomate. Ni ella ni su marido se había atrevido nunca a corregirle.
A estos padres les suele faltar carácter, fortaleza y recursos para ejercer la autoridad. En algunos casos se autojustifican diciendo que la autoridad crea niños reprimidos; confunden la autoridad educativa con el autoritarismo. Recordemos que en el pensamiento romano la autoridad no consistía tanto en el ejercicio del poder, la potestas, como en su fundamento, la auctoritas, una fuerza que sirve para sostener y acrecentar las posibilidades del otro; un impulso para desarrollar capacidades y un refuerzo de los buenos comportamientos. Se trata de la autoridad moral, que se basa en la credibilidad de quien la ejerce. “Lo que no pudo realizar por poder, lo consiguió por autoridad”. (Cicerón: Discurso contra Pisón).
En la prevención de la violencia de los niños es esencial ponerles normas y límites en su comportamiento; que aprendan desde pequeños que no pueden tener todo lo que desean. También conviene darles responsabilidades acordes a la edad de cada uno. Por último, es bueno permitir que sientan algunas veces pequeñas frustraciones, ya que así aprenderán a tolerarlas.