María Antonia Frías, Profesora emérita de la Escuela de Arquitectura
In Memoriam - Carlos Sobrini
María Antonia Frías, profesora emérita de la Escuela, le recuerda así:
«El prestigioso arquitecto y querido profesor Carlos Sobrini Marín, nacido el 9 de mayo de 1925 en Santesteban (Navarra), nos dejó la noche pasada a los 95 años de edad. Casado con Blanca Sagaseta de Ilúrdoz (+), su vida fue tan fértil como longeva, con una extensa y unida familia en la que no faltan notables arquitectos, y dejando tras de sí muchas generaciones de alumnos a los que inició y alentó en esta noble tarea que ejerció ejemplarmente con gran éxito.
Titulado en la Escuela de Arquitectura en Madrid (1952), fue Premio Nacional Fin de Carrera. Doctor Arquitecto en 1956, recibió el Premio Nacional de Arquitectura en 1959.
Distinguido con el título de Comendador de la Orden Pontifica de San Gregorio el Magno por méritos profesionales, y habiendo ejercido su docencia por muchos años en la Escuela de Arquitectura de Madrid, apoyó a la recientemente creada Escuela de Arquitectura de la Universidad, y se incorporó definitivamente a ella como profesor de Proyectos en 1971, después de una breve estancia en la Escuela de Sevilla donde obtuvo dicha cátedra en 1968. En los últimos años de docencia, como responsable y coordinador del Proyecto Fin de Carrera, manifestó su sabiduría y madurez.
Considerar algunos edificios realizados en Navarra, basta para representar la gran calidad de los innumerables que construyó. Podemos mencionar aquí la reciente inclusión o reconocimiento por el DocoMomo del periodo (1965-1975) del edificio de la Escuela de Arquitectura (1975. Arquitectos: Carlos Sobrini/ Rafael Echaide/ Eugenio Aguinaga); Facultad de Ciencias (1970. Arquitecto: Carlos Sobrini); y el edificio de viviendas en el Paseo de Sarasate (trasera con San Gregorio), en Pamplona (1970. Arquitecto: Carlos Sobrini). Su excelencia constructiva y cuidado, al dar una digna respuesta funcional a las necesidades humanas, iban parejas con su éxito en el mercado y con la innovación y calidad estética de sus propuestas.
En especial, el edificio de la Escuela de Arquitectura, que rompió moldes en su momento y quiso ser según sus palabras “una lección de arquitectura” para los alumnos que estudiaran en él, ha cumplido efectivamente con creces su muy excelsa misión. Ha celebrado por iniciativa de los mismos sus 30 y sus 40 años de vida en plena vitalidad, siendo por sí sólo quien mejor despierta vocaciones entusiastas para esta profesión. Guardamos testimonio de las palabras que nos dirigió en aquella primera ocasión, que alcanzan ahora un valor irreemplazable.
El domingo 29 de marzo de 2015, pude aún ir junto con dos antiguos alumnos (Ramón Alemany y Patxi Burillo) a visitarle en su casa junto a su hija Paloma Sobrini, arquitecto que fue decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Efectuamos una grabación -en diálogo- sobre este edificio de la Escuela. Aunque él, comenzó por explicarnos el edificio de Ciencias, más complicado en su recuerdo; ya que este otro le parecía muy simple y claro, muy fácil. Hablaba de él ayudado por las fotografías que le presentaba Paloma y, advirtiendo poco a poco sus detalles, como si le mostráramos un edificio hecho por otro, acabó exclamando: ¡pues está bien este edificio! Y preguntándonos con interés qué era lo que queríamos saber de él, nos interrogó a su vez: Pero ¿a vosotros os gusta? ¿estáis contentos con él? ¿trabajáis bien ahí? Y ante nuestras sucesivas respuestas afirmativas, resolvió: entonces, no es necesario hablar más. Eso es todo lo que debe pretender un arquitecto. Para eso sólo trabaja; para que el usuario esté contento: eso es lo que le interesa a él al hacerlo. Fue la última lección de su afán de servicio y humildad.
Dios, ante quien siempre vivió y trabajó, le habrá acogido junto con sus numerosos seres queridos en la mejor de sus casas: la del Cielo».
La Universidad se une al dolor de su familia e invita a rezar por su eterno descanso.