Rodolfo Campos y Gonzalo Gómez Bengoechea, Profesores del IESE, Universidad de Navarra
Tres palabras sobre el nuevo plan de la UE
El lunes de madrugada, los ministros de Finanzas de la Unión Europea acordaron un conjunto de medidas económicas cuyo objetivo es "salvar al euro, cueste lo que cueste". Se trata, en realidad, de acciones a tres niveles que buscan recuperar la confianza de los inversores internacionales en la moneda común y en los países que la utilizan. Podemos resumir estos tres grupos de medidas con otras tantas palabras: homogeneidad, estandarización y discrecionalidad.
Homogeneidad. La Unión Europea venía ofreciendo una línea de financiación a aquellos países, no miembros de la eurozona, que tuvieran problemas en sus balanzas de pagos. La línea, con 50.000 millones de euros de presupuesto, fue solicitada por países como Rumanía, Letonia o Hungría.
El acuerdo alcanzado en la madrugada del lunes, prevé la creación de una línea similar a ésta, con un presupuesto 10.000 millones de euros mayor, y abierta a los países de la eurozona. Se trata, por tanto, de una cuestión de equidad. De que todos los países miembros tengan acceso al mismo tipo de ayudas, con independencia de si pertenecen, o no, al euro.
Estandarización. Los países con problemas que, habiendo recurrido a esta línea de financiación, sigan en la misma situación, podrán acceder a más fondos. Hasta 440.000 millones de euros que, en forma de préstamos bilaterales, ofrecerán los socios de la eurozona a los países en apuros. Adicionalmente, el Fondo Monetario Internacional (FMI), ofrecerá, al menos, la mitad de lo que la Unión Monetaria aporte.
El Fondo Monetario Internacional se encargará, además, de fijar la condicionalidad para los países beneficiarios. De este modo, se estandariza un fondo de ayuda cuya operativa es la misma que la empleada con Grecia, con sus ventajas y sus inconvenientes. Cualquier país de la Unión Monetaria que, en el futuro, pase por problemas similares a los de Grecia, sabrá a qué atenerse a la hora de solicitar colaboración a las autoridades comunitarias. El proceso será, de este modo, más rápido y transparente.
La principal barrera con la que se toparán estas nuevas vías de financiación, es la lentitud en su puesta en marcha. Pasarán meses hasta que el mecanismo definitivo se configure, apruebe y ejecute. Esta incertidumbre podría no calmar a los inversores que ven, preocupados, cómo el tiempo pasa y la situación de algunos países de la eurozona no termina de estabilizarse.
Discrecionalidad. Con el objetivo de frenar estas dudas, el Banco Central Europeo (BCE) anunció que comenzará a comprar deuda privada y pública de los países miembros del euro. Lo hizo al mismo tiempo que se anunciaban el resto de medidas, poco antes de que abrieran las Bolsas asiáticas. La intención no deja lugar a dudas, pese a que, en el comunicado ofrecido por el Banco Central Europeo, se asegure que la falta de efectividad de la política monetaria está detrás de esta decisión.
La verdadera razón es la necesidad de contar con una estrategia que sirva para ganar tiempo hasta que las medidas tomadas por los ministros de Finanzas estén plenamente operativas. Las adquisiciones se centrarán en el mercado secundario y plantean enormes reparos: ¿por qué se decide comprar deuda pública el domingo, cuando el jueves se había dicho que no se haría? ¿Se comprará deuda pública de todos los países? ¿En qué cantidades se hará? ¿Hasta cuando? ¿No nos encontramos ante una simple transferencia de fondos que, en realidad, no solucionará los problemas de los países con dificultades?
Considerando el acuerdo alcanzado en su conjunto, queda la sensación de que los ministros de Finanzas han querido tranquilizar a los mercados con "una batería de buenas noticias". Y, a la vista de la recepción favorable de las Bolsas ayer, parecen haberlo logrado. Los inversores se muestran satisfechos con estas medidas de protección a los países del euro.
Pero que nadie se lleve a engaño, todo esto servirá de poco si los Gobiernos implicados no son capaces de asumir responsabilidades, tomar decisiones y transmitir a los mercados la certeza de que acabarán pagando su deuda. Esto no es fácil, tal como lo demuestra el rechazo de la población griega a los planes de austeridad. Se cumple la máxima atribuida al poeta norteamericano Ogden Nash, "Algunas deudas son divertidas cuando las estamos adquiriendo, pero ninguna cuando la estamos pagando".