Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Música y escultura: unidad de artes en Lerín
El panorama de la organería hispana de los siglos del Barroco señala a la localidad navarra de Lerín como una de las más destacadas en la difusión de un tipo de instrumento, como el órgano ibérico que, como es sabido, posee unos ingredientes propios y característicos frente a los europeos: unos sonidos dulces y timbrados, registros partidos, lo que permite interpretar con dos manos sendas tonalidades y las trompetas en horizontal.
Todo un entramado de familias y talleres, con al menos docena y media de organeros, que tuvo su correspondencia y paralelismo con unos dinámicos y destacados maestros dedicados a los géneros escultóricos, a los que no se les ha prestado apenas atención, pero que fueron complemento de los organeros, a fortiori porque muchos de ellos participaron en la realización de las cajas o muebles de los instrumentos musicales. Transcurridos los años, el tiempo ha borrado las huellas de unos y otros -escultores y organeros, aprendices y maestros-, siendo necesario un amplio estudio, que está por hacer, en base a la rica documentación de la notaría de la localidad y otras fuentes de distintos archivos.
A la hora de afrontar el estudio del patrimonio cultural de siglos pasados, solemos caer en la tentación de considerar en los diferentes focos, por un lado, la música, por otro, los talleres artísticos y por otro, el ambiente cultural y la creación literaria. Sin embargo, son necesarios estudios y reflexiones de conjunto que pongan en relación todo lo mencionado, globalmente, como único modo de comprender fenómenos que son explicables únicamente de ese modo, por las evidentes relaciones entre lo que hoy denominamos las artes y otras parcelas históricas referidas a destacados promotores y mentores y hombres ilustres capaces de ayudar a sus paisanos a lograr contratos allende las tierras que les vieron nacer.
Un foco artístico expansivo
Característica común a maestros de las artes de la madera y a los organeros de Lerín fue su carácter expansivo, ya que unos y otros salieron a trabajar fuera de la comarca y de Navarra, fenómeno más patente en el caso de los organeros.
La vitalidad de un foco artístico, musical, escultórico o de otra especialidad se mide, en gran parte, por el número de obras, su originalidad y calidad y su radio de influencia a lo largo de territorios más o menos lejanos a su ubicación.
Como ejemplo, en el campo de los retablos, consideremos que uno de los mejores ejemplos de la ciudad de Burgos del siglo XVIII es el del antiguo templo de la Compañía de Jesús, hoy parroquia de San Lorenzo, obra del maestro lerinés José Valdán, realizado entre 1725 y 1726, al que se le añadirían algunos elementos por otros maestros. Valdán estuvo activo en la capital burgalesa hasta mediado el siglo y de su taller salieron distintas obras que ha estudiado el prof. René Payo, como el desparecido retablo mayor del convento de San Francisco de Aranda de Duero (1730).
Respecto a los órganos, el gran especialista e investigador, Louis Jambou, finaliza su aportación al estudio de los organeros de Lerín con esta hipótesis concluyente: "¿Se podría imaginar una línea de norte a sur de la geografía española en dos zonas diferenciadas: una al oeste del eje Eibar-Bilbao-Madrid-Toledo-Sevilla, que recordaría la presencia del taller de Eibar, y otra al este de la línea Lerín-Pamplona-Alcalá de Henares-Madrid-Toledo-Sevilla marcada por la presencia del potente y secular taller nacido en Lerín? "
Maestros de cajas de órganos
Un número destacable de maestros dedicados a los géneros escultóricos residió en Lerín, haciéndose cargo de numerosos proyectos de retablos, tornavoces de púlpitos, sillerías de coro y, cómo no, cajas de órganos. El primero de ellos que hay que destacar fue el afamado retablista establecido en Tudela Francisco San Juan y Velasco, nacido en Lerín en 1639 y fallecido en la capital de la Ribera en 1705. Entre sus grandes proyectos figuran los retablos mayores, desaparecidos, de la parroquia de Lerín y del Colegio de la Anunciada de la capital Navarra, obras realizadas en torno a 1690. Pero su primera obra de proyección fue precisamente una caja de órgano, la de la catedral tudelana (1671).
Al respecto, cabría preguntarse si en el contexto del éxito de los organeros de Lerín, hubo cierta especialización en aquel tipo de ajuar litúrgico, que eran las cajas de los órganos. En cualquier caso y como ha documentado exhaustivamente Eduardo Morales Solchaga en un documentadísimo y agudo estudio sobre la construcción de las cajas por maestros examinados y sus avatares, hay que hacer notar que no siempre se procedía de igual modo entre el instrumentista y el autor del mueble. Así el notable organero de Lerín José Mañeru y Ximénez declaraba en 1718: ¿En treinta años ha ejercido el oficio de organero, así en esta villa como en la Villa y Corte de Madrid, y diferentes lugares del Reino de Castilla, como también en la ciudad de Zaragoza y otros lugares del Reino de Aragón, se ha valido de los oficiales carpinteros que le ha parecido, aunque no estuvieran examinados, y con ellos, y por sí mismo, ha trabajado todo lo que pertenece a la dicha facultad de organero".
Entre los naturales y residentes en Lerín que, además de trabajar en numerosos proyectos, realizaron destacadas cajas de órganos, figuran José de Lesaca y Juan José Vélaz. El primero de ellos, formado en Lerín a partir de 1705, realizó las de las parroquias de Miranda de Arga (1734-36) y de San Miguel de Corella (1732), siguiendo en esta última el diseño de Marcos de Angós y con la colaboración en las esculturas de bulto redondo de José Serrano. Ambas se han conservado y son magníficos ejemplos de los usos imperantes a lo largo de la tercera y cuarta década del siglo XVIII. Además diseñó las espectaculares cajas de las parroquias de Santa María de Tafalla en 1735, obra del escultor estellés Juan Ángel Nagusia y de su pueblo, Lerín, que corrió a cargo del también maestro local Juan José Vélaz, en 1738. Como hizo notar Sagaseta en la monografía de los órganos navarros, los tres maestros que intervinieron en el instrumento eran de la localidad, el organero José Mañeru y Ximénez y los autores del diseño y ejecución material de la caja.
En los casos de Miranda de Arga, Tafalla y Lerín el instrumento, propiamente dicho, también era de un maestro de Lerín, José Mañeru y Ximénez, lo que indica más que una colaboración esporádica entre el taller del escultor y del organero que habrá que valorar más detenidamente.
El mismo José de Lesaca acudió al remate del retablo del Santo Cristo de Falces en 1722, fue autor de los tornavoces y sillería coral de Santiago de Puente la Reina (1729), la sillería de Berbinzana (1729), un colateral desaparecido de Dicastillo (1721), el monumento de Semana Santa de Lerín, y el retablo de la Virgen Blanca de su localidad natal (1722), del que se hizo cargo el mencionado José Valdán que, como hemos indicado pasó a tierras burgalesas. Desde Burgos apoderó a su hermano Gregorio y a su cuñado José de Fuentes para cobrar los últimos pagos por el citado retablo.
La nómina de artistas de Lerín no se agota con esos nombres, ya que hay que sumar los de Bernardo Lucea, el mencionado José Valdán y distintos miembros de la familia de los Vélaz. Lucea aprendió el oficio con José de Lesaca, con el que suscribió el preceptivo contrato de aprendizaje en 1723, hizo el retablo de la Soledad de Miranda de Arga (1737) y acudió a la subasta el retablo de la Virgen del Rosario de Tafalla en 1743. Domingo Vélaz finalizó el retablo de Leoz en 1704 y trabajó para la basílica de Mendía en Arróniz a fines del siglo XVII. Juan José Vélaz, casó en 1732 con Bárbara Sánchez, emparentada con el organero Bartolomé Sánchez, construyó el retablo de la parroquia de San Miguel de Estella, entre 1734 y 1737, por cesión del también lerinés Juan Francisco García que se había adjudicado la obra en la preceptiva subasta y otras muchas obras como el escudo heráldico del ayuntamiento de Larraga en 1742.
Los organeros de la localidad
Si los datos antes expuestos no forman parte de un estudio unitario y proceden de distintos estudios monográficos y fuentes documentales, para lo relativo a los órganos nos remitimos a los estudios de Joaquín Goya, Aurelio Sagaseta, Juan Cruz Labeaga, Claudio Zudaire y Louis Jambou, en este último caso tanto a la monografía del instrumento rey en España, como a un reflexivo capítulo que escribe en la monografía de Lerín, publicada recientemente (2010) y, por cierto, agotada y de difícil adquisición. La escuela organera de Lerín fue una de las mejores del norte peninsular en los siglos XVII y XVIII, ya que contó con casi dos decenas de maestros de organeros que trabajaron por toda España.
El citado Louis Jambou recopila nada menos de dieciocho organeros en Lerín y cuyo origen sitúa en la figura de Lorenzo López de Galarreta, nacido en 1590. El citado investigador dibuja el panorama de la organería española y destaca sendas localidades en la construcción y configuración del órgano barroco: Eibar y Lerín, adelantándose la villa navarra en lo que respecta a cronología. Asimismo, hace relación de los dos encuentros de los talleres de ambas localidades en dos momentos determinados del Seiscientos y en otras tantas localidades de la geografía peninsular, tras los que se abre, en el último cuarto del siglo XVII, un periodo de competencia e intercambios de experiencias.
Numerosas localidades de Aragón, Castilla, la Villa y Corte de Madrid, amén de decenas de pueblos navarros fueron receptores de los órganos salidos de los talleres lerineses. Las investigaciones históricas expurgan continuamente nuevos datos sobre la actividad febril de la mayor parte de ellos, destacando Félix Yoldi, José Mañeru y la familia Tarazona.
A finales del siglo XVII se había ideado y realizado a lo largo de toda España y sus posesiones en América un tipo de órgano. Lerín y Eibar habían colaborado decisivamente en la configuración de un instrumento con trompetería horizontal, teclado partido y sistema de ecos. Este último aspecto del concepto y técnica del arca de ecos, de ascendencia francesa y precursora de la caja expresiva, lo introdujo el organero galo Nicolás Briset en la catedral de Pamplona, después de haber fabricado el órgano del monasterio de Fitero entre 1657 y 1659 que, por cierto, dio por bien realizado Lorenzo López de Galarreta y Baquedano, maestro de Lerín.
Epílogo y deseo
Desde estas líneas deseamos unirnos a quienes en Navarra y fuera de ella, desde hace tiempo, sueñan con la recuperación del órgano de Lerín, para que vuelva a sonar en audiciones especializadas y en la liturgia, con la periodicidad necesaria para su necesaria conservación, condición harto necesaria a la hora de elaborar el proyecto de restauración y sostenibilidad. No se trata de un instrumento más, en este caso el carácter de "unicum", de todo bien cultural, se hace más notorio por una identidad y autenticidad muy especiales, ya que es evocador de los sobresalientes talleres artísticos de la localidad y trasciende, por cuanto significa, a la histórica villa, cabeza del condado de su nombre. En aras a mostrar a las nuevas generaciones sus valores materiales y hablarles a la par de los inmateriales, su recuperación es conveniente y necesaria, porque el patrimonio se ha de contemplar no sólo como soporte de la conciencia colectiva (herramienta imprescindible para el conocimiento histórico), sino también como recurso socio-económico de primer orden e imprescindible, para el desarrollo sostenible de las sociedades contemporáneas.