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Diego Maza, Profesor del departamento de Física y Matemática Aplicada

Estaba cantado...

vie, 11 oct 2013 13:59:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Al parecer esta es la reflexión de la mayoría de la comunidad afín a las noticias relacionadas con la ciencia. Cierto es que después de un año en el que se ha hablado del bosón de Higgs hasta la saciedad (con dispar calidad, todo hay que decirlo), era difícil no esperar este desenlace. No obstante, lo que ha sorprendido a la mayoría de los entusiastas en estos temas es el nombre del segundo ganador, François Englert, quien ha pasado siempre bastante más desapercibido para los medios de difusión masiva, aunque sus trabajos hayan sido considerablemente alabados y premiados por la comunidad científica internacional. Ambos octogenarios -tanto Higgs como Englert ya han dejado atrás su ochenta cumpleaños-  son sin duda unos físicos teóricos privilegiados pues han podido vivir para ver confirmadas sus especulaciones, un premio mucho mayor si cabe,  para los esfuerzos de su trabajo.

El camino desde luego no ha sido fácil. Lo intrincado de sus teorías, la complejidad del sistema matemático que desarrollaron para demostrar sus resultados han requerido que pasaran décadas antes de poder alcanzar la ansiada demostración experimental, requisito indispensable para que el comité del Nobel considere sus resultados. Esas décadas fueron necesarias para construir un proyecto colaborativo como el CERN, donde miles (sí, miles, la expresión no es una licencia del lenguaje) de físicos e ingenieros han trabajado codo con codo para poder medir magnitudes que se escapan de lejos a cualquiera de nuestras experiencias mundanas. Si en España se calcula que hay más de 50 millones de teléfonos móviles, la zona de medición del gran colisionador de hadrones (nombre técnico del aparato de medida) contiene el doble de ese número -unos 100 millones- de detectores para poder medir el producto residual que dejan los protones que colisionan frente a él. Y no son precisamente pocos, ocurren del orden de 20 millones de estas colisiones por segundo entre partículas que son aceleradas a lo largo de un túnel de poco más de 27 km de longitud. Sin embargo, podríamos decir que ésta es la parte fácil del experimento si tenemos en cuenta que la cantidad de información generada en estas colisiones es tan brutal, que se necesitan cientos de miles de ordenadores trabajando durante meses para poder procesarla. Resulta fácil por tanto asumir por qué se ha tardado tanto en verificar la existencia del bosón.

A pesar de semejantes números, resulta llamativo que tanto Englert como Higgs hayan publicado sus propuestas e ideas en la revista /Physical Review Letters/, donde cada trabajo debe abarcar un máximo de cuatro páginas. Este contraste me lleva inevitablemente a reflexionar sobre lo exquisito y cuidadoso que hay que ser en la elección de las palabras con que transmitir una idea que va mucho mas allá del mero formalismo matemático. Una reflexión que, de forma inexorable, debe resaltar la triste ironía que entraña que el premio se publique en las mismas páginas donde se destaca que España se encuentra a la cola en compresión lectora y destreza matemática. Trabajos como los mencionados hacen gala de una notable capacidad de síntesis y comunicación, a pesar de lo cual, es la capacidad lectora de quienes los interpretan lo que a la postre pondrá en marcha la maquinaria que termina en su comprobación. Esta capacidad se alcanza luego de un largo camino cuya meta no es otra que poder realizar un pequeño aporte que nos permita avanzar en el conocimiento de la naturaleza. Esta tarea en la España de hoy no es ni siquiera una utopía: las fuentes de financiación prácticamente no existen, se aplican tasas de reposición de investigadores absurdas y por no tener, ni siquiera se cuenta con interlocutor válido que organice y gestione el gran patrimonio humano cultivado a lo largo de los últimos años, como la ansiada Agencia Estatal de Investigación. Eso sí, publica documentos con decenas de páginas (ver http://www.idi.mineco.gob.es/)  donde -probablemente por mi pobre comprensión lectora- no encuentre ideas que condensadas en cuatro páginas puedan nutrir experiencias como el descubrimiento del "Higgs".