Mireia Las Heras , Profesora del IESE, Universidad de Navarra
...¿Pienso?
Pienso luego existo, nos legó Descartes. Tomás de Aquino nos dice, sin embargo, que el pensamiento no decide la existencia, sino que es la existencia lo que determina el pensar. En fin, que en lo que sí están de acuerdo los dos grandes filósofos es en la importancia del pensar como acto que caracteriza a la persona humana. Pero al paso que vamos, o dejamos de existir, o dejamos de ser humanos, porque lo que claramente no está en boga es pensar.
Pensar es esencialmente humano. No obstante nuestro sistema educativo no ayuda a pensar, y nuestra televisión parece estar obstinada en evitarlo. Los clásicos de la literatura y la filosofía van desapareciendo de nuestras aulas, y en el prime time proliferan las series violentas, el vocabulario soez, y el culto al sentimentalismo facilón. Claro que con semejante cultura popular luego llegan a ministras personas capaces de declarar que un embrión «es un ser vivo pero no humano» (es decir, que somos como algunos anfibios que sufren metamorfosis).
El relativismo es cómodo, pero no es lógico ni bueno. El relativismo es básicamente afirmar que algo es y no es al mismo tiempo. Es afirmar que lo que para ti es cuadrado para mí es redondo. Y al revés. O las dos cosas a la vez. El relativismo es básicamente una manifestación de la falta de pensamiento crítico, consistente y profundo. Es una manifestación de la falta de actividad intelectual, bajo la excusa de «te dejo pensar lo que quieras porque todo depende». Es una muestra de intolerancia, disfrazada de tolerancia: «no dejo que tú opines sobre nada, porque para mí todo depende exclusivamente de lo que yo pienso». El relativismo es cómodo, pero no nos humaniza, porque lo que es propio del ser humano es pensar y actuar en consecuencia a lo conocido como verdadero y bueno.
El relativismo nos lleva a la palabra vacía de sentido y la vida falta de compromiso. Luego no deberíamos quejarnos de discursos políticos o personales en los que abunda la verborrea hueca, y en los que no se asumen responsabilidades. En la vida pública nos hemos acostumbrado a palabras como paz, acompañadas de leyes de aborto y eutanasia; otras como democracia referidas a una partidocracia que no representa al pueblo; y a que diálogo se use aún excluyendo a sectores enteros de la sociedad civil. Y en lo personal, no deberíamos extrañarnos de que vocablos como uniones de hecho, aludan a la falta de verdadera unión, y libertad se refiera a adicción.
Un modo de estimular el pensamiento es la lectura. La lectura de autores contemporáneos que nos ayudan a entender el mundo, sus culturas diversas y la globalización. Autores clásicos que nos exponen la historia y sus vericuetos. Autores españoles que nos muestran nuestra idiosincrasia y cómo se ha forjado. Escritores internacionales que nos abren las puertas a otros mundos y situaciones. Pero ante todo, autores que estimulan nuestra actividad neuronal e intelectual, y por ende, que nos hacen posible entender a las personas y el mundo en que vivimos.