Ana Choperena Armendariz, Vicedecana de Alumnos y Ordenación Académica de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Navarra
Valor y memoria: celebremos la Enfermería
Hoy, 12 de mayo, celebramos el Día Internacional de la Enfermería. La contribución de las enfermeras en el ámbito de la salud cobra especial relevancia, no solo por las complejas circunstancias sanitarias que estamos viviendo, sino porque, además, la Organización Mundial de la Salud ha declarado el 2020 como el Año Internacional de la Enfermería. Para poder subrayar la admirable labor de las enfermeras y dar razón de la necesidad de su liderazgo no es preciso apelar a la épica de la pandemia. En los pequeños grandes acontecimientos presentes y pretéritos del día a día también florece su grandeza.
El camino hacia el reconocimiento de la enfermería como una profesión con un ámbito de actuación propio, independiente y bien definido no ha sido sencillo de recorrer. En este sentido, acudir a la historia de la profesión puede dar razón de las complejas situaciones asistenciales, sociales y políticas con las que las enfermeras se han enfrentado a lo largo de su historia. El hecho de que la imagen social de la enfermería no haya ido en concordancia con su propia realidad no puede comprenderse si no es en consonancia con un conglomerado de factores que han dificultado el proceso, como son, entre otros, la maltrecha consideración que han recibido los cuidados administrados en el ámbito doméstico o la pervivencia de ciertas directrices hospitalarias jerárquicas, que han favorecido losmotivos políticos, frente a los puramente competenciales.
En una profesión mayoritariamente femenina, la perspectiva histórica puede ayudar a repensar la enfermería y sus circunstancias. La disciplina enfermera ha evolucionado en el contexto de los acontecimientos históricos y de los movimientos sociales que se han sucedido durante estos últimos siglos y que han condicionado, particularmente, el acceso de la mujer a la vida pública y su tradicional subordinación en el orden de posiciones establecidas en el espacio social. En el contexto profesional hospitalario, el acceso de las mujeres a la formación fue la circunstancia que favoreció la consolidación de sus cometidos asistenciales. La aparición de ciertos revulsivos, como las aportaciones de las enfermeras religiosas, la labor asistencial de las enfermeras de guerra como catalizadoras del cambio, o, incluso, la traslación de los cuidados desarrollados por las mujeres en el ámbito familiar al espacio del trabajo profesional remunerado favoreció, entre otros, un reconocimiento acorde a su verdadera contribución.
En unas circunstancias sanitarias tan complejas como las actuales, apelar a los testimonios personales de sus protagonistas puede contribuir al esclarecimiento definitivo de una profesión parcialmente desconocida. Tradicionalmente, el poder expresivo de la escritura personal ha hecho que algunas enfermeras escojan esta vía para ofrecer la visión de su vida profesional, insertada,siempre,en un mundo de incertidumbre. Florence Nightingale, Louisa May Alcott, Priscilla Scott-Ellis, Edith Cavello más recientemente, Christie Watson, aportan nuevas perspectivas sobre el valor de los cuidados de enfermería y el ejercicio de su liderazgo.
Partiendo de la gran complejidad de una disciplina cuyo objeto de estudio es lo específicamente humano, su historia, y más particularmente, la memoria personal narrativa, sobrevienen como herramientas esenciales para la consolidación de una merecida y reivindicada visibilidad. No podemos hablar de una enfermería desvinculada de su historia y del conjunto de acontecimientos que han marcado su desarrollo. Resulta necesario, pues, contrastar pasado y presente en un ejercicio integrador que ofrezca respuestas históricas a los grandes desafíos a los que se enfrenta la enfermería actual.