Víctor Pou, Profesor del IESE, Universidad de Navarra
La solución de la crisis del euro pasa por una unión económica y monetaria (UEM) reforzada.
La Unión Económica y Monetaria (UEM) se creó a través del Tratado de Maastrricht (1993) que, a su vez, fue consecuencia de los grandes cambios provocados por la caída del muro de Berlín en 1989, la reunificación alemana, la caída de la URSS y el hundimiento de los regímenes comunistas del centro y del este de Europa. Ante las presiones francesas, Alemania aceptó en Maastricht convertir el marco en euro y el Bundesbank en Banco Central Europeo. Se pusieron las bases de una unión económica, pero se acordó que la fiscalidad continuara en manos de los estados miembros, mientras que la unión política se dejaba para un futuro indefinido.
La crisis actual de la deuda soberana en Europa ha puesto de manifiesto la existencia de importantes defectos en la arquitectura fundacional de la UEM. Todos los esfuerzos van ahora dirigidos a remediar aquellos pecados originales a través de un conjunto de actuaciones que transcurren , a juicio de J.M. González Páramo ex miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, por cinco vías : creación de una gobernanza fiscal más sólida, puesta en marcha de nuevos mecanismos de rescate financiero, establecimiento de un nuevo sistema de supervisión, mejoras de la competitividad y perfeccionamiento de la política monetaria del Banco Central Europeo. Estas vías se inspiran en un documento, publicado a mitad del 2011 por la Comisión Europea, sobre la necesidad de una nueva gobernanza económica, basado en tres pilares: mayor supervisión, garantizar la estabilidad de la zona euro y restauración del sector financiero.
La UEM apareció en 1999, mientras que la gran crisis económica y financiera empezó en 2007. Todo indica que se puede alcanzar la constitución de una UEM reforzada en los próximos tiempos, debido precisamente a las presiones imperiosas de la crisis o, si se quiere, de los mercados. Se espera que el segundo intento resulte ser el bueno, al igual que lo ocurrido con la creación del mercado común ( 1957-1973 ) , que necesitó también de una segunda vuelta para convertirse en un verdadero mercado interior europeo ( 1992) . Y lo mismo debería ocurrir con los intentos de coronación institucional de la Unión Europea, ya que el actual Tratado de Lisboa (en vigor desde 2009) constituye solamente un primer intento que ya es juzgado por todos como inadecuado e insuficiente y, por tanto, necesitado de una profunda revisión que nos acerque de verdad a una Europa mejor organizada, de carácter más federal y con posibilidades de ejercer un papel de actor global.
Ya se ve que el destino siempre llama dos veces en los grandes hitos del proceso de construcción europea, en el que abundan los altibajos (períodos de eurooptimismo y europesismismo) y las crisis periódicas. Los fuertes embates de la crisis económica actual de la deuda soberana en la zona euro convierten en urgente la superación de los defectos de Maastricht y la creación de una UEM reforzada. La alternativa es la desaparición del euro y, con ella, el fracaso del proceso de integración europea de los últimos cincuenta años.