Pablo Blanco Sarto, Facultad de teología, Universidad de Navarra
El concilio sigue vivo. «Hoy es más necesario que hace 50 años»
Con estas palabras Benedicto XVI inauguraba en la misa celebrada en la plaza de san Pedro el Año de la fe en la solemne ceremonia con el patriarca ortodoxo de Constantinopla, el arzobispo anglicano de Canterbury, algunos patriarcas católicos orientales y cardenales y obispos de todo el mundo. Se notaba el Vaticano II. Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿sigue el Concilio vivo? ¿No se ha dicho ya todo sobre él? Es más, ¿no se ha hecho de todo en nombre de él?
El Concilio fue una reforma, no una ruptura. No propuso nada nuevo en materia de fe, ni quiso sustituir lo antiguo, sino que propuso que dicha fe se siguiera viviendo hoy, en un mundo globalizado y en transformación. Esto es lo que significaba diálogo con el mundo moderno, y es esta también una tarea pendiente. Como exclamaba ayer el papa, «¡si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años!».
«Hoy es más necesario, que hace 50 años, anunciar a Cristo, alegría y esperanza que libera del pesimismo en el desierto de un mundo sin Dios». Para inaugurar de forma solemne este año se entronizó el Evangelio, al como se hizo en las sesiones conciliares, y se entregaron los siete mensajes finales del Vaticano II junto con el Catecismo de la Iglesia Católica. «El evangelio de hoy nos dice que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización». El tono evangélico y evangelizador de estas palabras deben pues seguir resonando en nuestro mundo. Por eso nos hace falta todavía mucho Vaticano II.