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El plan Draghi y algunas reflexiones sobre la economía europea

12/10/2024

Publicado en

El Confidencial

Antonio Moreno |

Decano de la Facultad de Económicas y Empresariales

El informe Draghi apuesta por dar un impulso a la política industrial europea para que vuelva a estar a la vanguardia económica y para reforzarse en defensa

La participación de la Unión Europea en el PIB global ha caído de un 25% en 2000 a menos del 15% en la actualidad. Esto ha hecho a Europa perder peso como actor económico global, con la consiguiente pérdida de poder geopolítico. El informe Draghi apuesta por dar un impulso a la política industrial europea para que vuelva a estar a la vanguardia económica y para reforzarse en defensa. Para ello, apuesta por coordinar la innovación tecnológica digital con la descarbonización e impulsar la resiliencia económica en materias primas y energía.

 

Este informe tiene la virtud de poner encima de la mesa los enormes retos que la economía europea tiene por delante, así como el presentar un conjunto de recetas para hacer frente a la negativa dinámica económica europea. A riesgo de simplificar excesivamente, diría que se propone una política industrial estratégica para Europa a través de dos grandes palancas: derribar regulaciones ineficaces y una potente financiación pública. Ciertamente no son a priori dos medios excluyentes, pero si tuviera que enfatizar uno de las dos, lo haría en el vector (des)regulatorio.

Los datos señalan que en Europa hay bastante ahorro (sobre todo privado, en concreto un 10% más que en EEUU en porcentaje sobre PIB), pero a menudo no se canaliza hacia la inversión productiva por no disponer de un ecosistema empresarial suficientemente fuerte. Esta falta de dinamismo empresarial se debe en buena parte a todas las regulaciones presentes en la economía europea, como la ausencia de un auténtico mercado único en muchas industrias. El bajo uso de los fondos Next Generation en algunos países es un ejemplo de problemas con la regulación: muchos fondos a menudo no acaban llegando a su destino.

Hacer política industrial en Europa es complicado por nuestra heterogeneidad, mucho mayor que EEUU o China. Nos encontramos en una situación algo similar al trilema de Rodrik: queremos democracia, un estado-nación relevante y una Unión Europea líder mundial. Pero en realidad sólo se pueden alcanzar dos de las tres. Draghi está recomendando un cambio en gobernanza que se traduzca en transferir más peso del estado-nación a la Unión Europea. ¿Están los actores clave dispuestos? Unos cuantos sí (España, Italia, Francia), otros no (Alemania, Holanda, entre otros). Esta discrepancia es trascendental, pues limita mucho el potencial de coordinación europeo en política industrial y el ganar escala empresarial a nivel global.

Con algunas excepciones, como Airbus en aviación, las empresas más potentes en Europa son nacionales: alemanas, francesas, italianas, españolas... como los bancos. No hay un sólo banco realmente europeo. Todos son nacionales. Pensemos en la Unión Bancaria Europea. A pesar de llevar más de 10 años con el proyecto en marcha, no se da el elemento clave, la mutualización de riesgos entre países a través de un seguro europeo de depósitos. Esto es así porque los países del norte piensan que serán ellos los que tengan que financiar las bancarrotas de los bancos del sur. Veámoslo ahora desde la perspectiva del informe Draghi, e incluso asumiendo que se obtiene abundante financiación. De cara a una nueva estrategia europea de defensa, ¿cómo se establecerán las prioridades, organización y territorios en los que se desarrolle esta nueva industria?

En cualquier caso, hay que alabar que Europa se tome en serio dar un impulso a la innovación. La economía va de crear riqueza y distribuirla, y este informe hace bien en centrar el debate en la primera de las dos tareas, algo que hacía falta en Europa. De nuevo, ambas dimensiones no son excluyentes, pero el momento actual requiere repensar cuál va a ser nuestro modelo de crecimiento futuro. El informe no cita cuestiones sociales y culturales que creo también frenan la innovación en Europa, tales como valorar más socialmente la labor empresarial, la educación, el esfuerzo o la responsabilidad personal. Son factores que sin duda mejorarían el ecosistema empresarial y que nos acercarían a una sociedad más innovadora, creativa y no centrada sólo en los derechos sino también en las responsabilidades.

Los países europeos sí tenemos en común nuestro modelo de economía social de mercado. Un modelo que merece la pena defender, al incluir mecanismos redistributivos que ponen a la persona en el centro. Es precisamente por esto por lo que es necesario potenciar a las empresas europeas, para hacer el sistema viable. Draghi propone una hoja de ruta basada en política industrial apuntando a sectores geoestratégicos y también a la preservación de nuestro modelo de estado de bienestar. A pesar de los evidentes problemas de coordinación para desarrollar esta política industrial europea, es de agradecer que nos miremos al espejo con sinceridad. Y es el momento adecuado de hacer más énfasis en Europa en la oferta que en la demanda. El cambio de rol de Draghi es toda una señal: él, que se dedicó a manejar la demanda agregada a través de políticas monetarias en el BCE, ahora nos propone un informe que se centra en la productividad y la innovación, las fuentes reales del crecimiento a largo plazo.