Ramiro Pellitero Iglesias,, Profesor de Teología pastoral de la Universidad de Navarra (iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com.es)
Creer en el amor
Creer en el amor. Tal es la propuesta de Benedicto XVI en esta última Cuaresma de su pontificado, ya de sabor agridulce para tantas personas. A la vez, como es claro para los que hayan seguido de cerca sus pasos como Papa, creer en el amor es la propuesta que representa el ejercicio de su ministerio.
Es la propuesta que inició exponiendo, en su primera encíclica, que Dios es amor, de un modo novedoso que impactó en los cristianos y los que no lo eran. Y, luego, a lo largo de sus enseñanzas orales y escritas, ese mensaje central ha ido ganando en intensidad, como una sonata que repite el tema de fondo, pero enriqueciéndolo a medida que avanza la ejecución de la partitura, cada vez más intensamente.
Justo porque él, personalmente, cree en el amor, ha sabido fortalecer la unidad y la fe de los cristianos, abrir el mundo más a Dios y abrirnos, a todos, más al amor.
Eso es lo difícil, se dirá; porque el amor es, en muchos ambientes, palabra gastada, y participa poco, o nada, en ciertas actividades que llevan su nombre. Y sin embargo, en el cristianismo el amor es la síntesis y el fruto, la vida y la prueba de la fe. Por eso el Papa propone creer de verdad en el amor, a pesar de las dificultades; pues, como reza el mensaje, "creer en la caridad suscita caridad".
El mensaje para esta Cuaresma tiene cuatro puntos. El primero explica que la fe es respuesta al amor de Dios (cf. 1. Jn, 4, 16). Una respuesta que –señala Benedicto XVI– es, a la vez, respuesta de fe y de amor por nuestra parte. Implica al mismo tiempo inteligencia, voluntad y sentimiento. Y no es solo un "acto" sino también un proceso, que nunca ha de darse por terminado (cf. Deus caritas est, nn. 1 y 17). Incluye el amor al prójimo, como consecuencia, "no como un mandamiento por así decir impuesto desde fuera". Es luz e impulso para la acción (cf. Ib. 39). Y por todo esto –deduce– resulta claro que "la principal actitud característica de los cristianos es precisamente ‘el amor fundado en la fe y plasmado por ella' (ib., 7)".
Segundo, si la fe es la respuesta al amor de Dios, esa respuesta se fundamenta en la fe y toma la forma de la fe: es lo que llamamos la caridad. La caridad es la "vida en la fe". Una existencia, como hemos visto ya, iluminada, llena de sentido, colmada de asombro y gratitud, que se traduce en acción.
¿Qué tipo de acción? No se trata de un esfuerzo denodado por imitar la generosidad divina haciendo las cosas de la vida corriente –la atención a la familia, el trabajo, las relaciones sociales, etc.–, según la ley del "más difícil todavía"; sino más bien en aceptar ese amor que nos hace vivir de modo nuevo (cf. Ga 2, 20)
Así lo expresa el Papa: "Abrirnos a su amor significa dejar que él viva
en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente 'a actuar por la caridad' (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12)". Y así encontramos la relación entre fe, caridad y verdad. La caridad es caminar en la verdad de la fe, vivirla, practicarla, hacerla fructificar.
Ya se ve –tercero– que fe y caridad están indisolublemente unidas en la vida cristiana auténtica. No hay fe sin las obras que son sus frutos. No hay obras de caridad que hagan inútil la fe. "Para una vida espiritual sana –sostiene Benedicto XVI– es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista". El anuncio de Cristo conduce, por el amor, a promover el desarrollo integral para la humanidad y para cada persona.
¿Y qué tiene que ver con esto la cuaresma? "La cuaresma –escribe–, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de
Cuarto y último punto, concluye reconociendo la prioridad de la fe y el primado de la caridad. Por la fe miramos al futuro y con la esperanza confiamos en la victoria del amor. Y, por la caridad, el Espíritu Santo nos hace participar del amor de Jesús al Padre y a sus hermanos. "La fe –afirma el Papa– precede a la caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella". Solo así alcanza la verdad.
Expresión de fe hecha vida, hecha caridad, es la decisión que ha tomado, con valentía y sencillez, Benedicto XVI, de renunciar a su ministerio. Mira al futuro con esperanza, sin pensarse imprescindible; porque sabe, como ha dicho en diversas ocasiones, que
Ese es el camino que