César Martín Gómez, Profesor de la Escuela de Arquitectura, Universidad de Navarra
Sobre la (terca) crisis energética
El hombre es un ser que tropieza con la misma piedra una y otra vez. Y el grupo de hombres, la sociedad humana, es un conjunto de animales que, obstinadamente, repite sus errores, por no querer aprender de las lecciones del pasado.
En 1973, la Guerra del Yom Kippur, evidenció la dependencia de la sociedad (¿) desarrollada (?) de su sangre energética, el petróleo. Estos días, otra vez, casi cuarenta años después, se habla de las medidas del Gobierno para afrontar el inminente incremento de la energía. Está bien, de estas discusiones surgirán –esperamos- soluciones al problema.
Pero ¿por qué no salta a la palestra periodística el también grave problema de la gestión del agua en nuestro país? Fácil. De momento no afecta al bolsillo demasiado, ni altera el ritmo de vida de la sociedad. Que suban el combustible de los vehículos y no se deje correr tanto como se quisiera, sí.
Desde hace años, enseñamos a los futuros arquitectos e ingenieros de edificación, los futuros responsables de las ciudades y edificios de nuestra sociedad, como se puede ahorrar energía. Es más, les animamos a plantear soluciones alternativas en el uso actual de la energía. Pero, curso tras curso, hay una terca solución que se repite, sea cual sea el perfil del alumnado: todo depende del usuario.
No se trata de subir un grado el termostato en verano, sino de no dejar la ventana abierta con el aire acondicionado en marcha si es que, acaso, realmente es necesario refrigerar...
No se trata de poner un aireador en tres grifos de la vivienda, sino de no empecinarse en que cada vivienda unifamiliar tenga una piscina (a ser posible climatizada en invierno).
No se trata de cambiar las bombillas de casa por otras de bajo consumo, sino de encender y apagar con sentido común todos y cada uno de los aparatos eléctricos que ‘debemos' usar cada día.
No se trata de correr a 140 km/h o a 110, sino de saber hacia donde se va.