Onésimo Díaz, Investigador de la Universidad de Navarra y autor del libro Historia de los papas en el siglo XX
Francisco, seis años de pontificado
El papa vaticinó hace tiempo que su pontificado sería corto, cuatro o cinco años. El miércoles 13 de marzo se cumplen seis años de su elección. En 2013, los cardenales rompieron todos los pronósticos y se atrevieron a elegir al primer pontífice americano y también al primer papa jesuita. Estas y otras razones presagiaban una nueva etapa en la historia de la Iglesia católica. Francisco eligió su nombre en recuerdo del santo de Asís y patrono de Italia. En el balcón de la fachada de san Pedro, sus primeras palabras se dirigieron a mendigar oraciones por su persona y su misión como obispo de Roma y sucesor de san Pedro.
Algunos han comparado la figura, la manera de ser y las palabras de Francisco con Juan XXIII, el pontífice que guio la Iglesia cinco años desde 1958 hasta 1962. Físicamente tienen cierto parecido y parecen compartir una mentalidad más partidaria de los cambios que de la tradición. Pero también Francisco se parece a otros papas contemporáneos. Por ejemplo, de Pablo VI mantiene su diálogo con el mundo moderno, incluso con pensadores y corrientes muy alejadas de la fe. Con Juan Pablo II comparte su predilección por los enfermos y los niños. Y a Benedicto XVI le une la defensa de la civilización del amor.
No cabe ninguna duda que el papa Francisco ha roto muchos estereotipos y presenta una novedad con respecto a los papas anteriores. Llama la atención su pobreza de aire franciscano, que le llevó a renunciar al apartamento pontificio del tercer piso del Palacio Apostólico, prefiriendo vivir en un aposento modesto de la Residencia de Santa Marta, formado por un pequeño salón, un despacho y una habitación con baño. Se trata de algo más que un cambio de estilo, ya que pretende predicar con su propio ejemplo una vida austera en sintonía con la reforma que ansía para sí mismo, para la Iglesia y para el mundo. El afán de renovación y el amor a la virtud de la pobreza recuerdan, de nuevo, a san Francisco de Asís.
En su primera exhortación apostólica Evangelii gaudium animó a los católicos a ir a las periferias, es decir, construir puentes para dialogar, compartir y ayudar, especialmente con los más desfavorecidos de la sociedad. Esta y otras ideas de Francisco han sido acogidas e incluso aplaudidas por la opinión pública mundial. Sin duda, el pontífice ha sido escuchado por personas que difícilmente habían sintonizado anteriormente con la Iglesia.
En los últimos meses las informaciones sobre los abusos a menores han salpicado la imagen de Francisco. A mi modo de ver, el papa está actuando con pulso firme contra la pedofilia y ha tomado medidas que otras instituciones deberían aplicar para que la plaga de los abusos se extinga.
Si se pudiera resumir los seis años de pontificado me centraría en tres aspectos: su vida de oración a través del ejemplo –en estos días se encuentra haciendo sus ejercicios espirituales como cada año–, el diálogo ecuménico que ha dado algunos pasos importantes, y el afán evangelizador impulsando a los jóvenes a ir a las periferias.