José Luis Álvarez, Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Navarra
Un mal necesario
Las medidas de recorte del gasto público anunciadas ayer por el presidente Rodríguez Zapatero vienen a certificar una realidad que, incomprensiblemente, algunos aún se resistían a aceptar. El ejemplo de Grecia nos debería haber servido de lección para anticiparnos en la adopción de medidas que, de otra forma, nos vendrían impuestas tarde o temprano.
Por muy poco que nos guste, la economía española precisa de ajustes duros, dolorosos. El recorte de los salarios de los funcionarios, la eliminación del cheque bebé o la reducción del coste farmacéutico no son sino los tardíos primeros pasos en la dirección correcta. Porque los problemas de nuestra economía no se limitan al reciente descontrol del déficit y el fuerte incremento de la deuda pública, en un contexto coyuntural desfavorable. Al contrario, padecemos los efectos de las graves deficiencias estructurales que restan capacidad de recuperación ante la crisis y, lo que resulta más preocupante, potencial de crecimiento sostenido y creación de empleo en el futuro.
En los próximos meses serán necesarias nuevas medidas en la línea ayer marcada. Es más, precisamos también de reformas estructurales que doten de mayor competitividad a nuestra debilitada economía. Al gobierno debemos pedirle valentía al abordar cuestiones de gran calado social y económico, como la reforma laboral. A la oposición, la patronal y los sindicatos hemos de demandarles una voluntad de colaboración que permita aunar esfuerzos y compartir costes. Trazar líneas rojas o lanzarse a una crítica feroz de las medidas simplemente supondría una nueva negación de lo inevitable, con los consiguientes costes.
Habrá quien vea en todo esto una cesión injustificada ante la presión de los mercados, de los especuladores o de otros gobiernos, incluido el del presidente Obama. Nada más lejos de la realidad. Sin duda, la adopción de medidas resolutivas apaciguará a los mercados –y con ello facilitará el acceso a la financiación de la que tan necesitados estamos-. Pero no será por el capricho o la arbitrariedad de los agentes que en ellos operan. Será por la potente señal de que estamos dispuestos a poner en marcha las políticas que nos conducen a un mejor futuro, aun a sabiendas de los sacrificios que ello comporte a más corto plazo.