Javier Díaz-Giménez, Profesor de Economía del IESE, Universidad de Navarra
Cuatro preguntas sobre el rescate
¿Es o no es un rescate?
Claro que sí. El préstamo de hasta 100.000 millones que las instituciones europeas han concedido al Tesoro de España es un rescate en toda regla. Es innegable que el Tesoro español no ha sido capaz de recapitalizar por sí solo a la banca española, y que ha tenido que solicitar ayuda a los contribuyentes del resto de los países de la Eurozona. Cuando Alemania, Holanda, Francia o Bélgica recapitalizaron sus bancos no tuvieron ese mismo problema. Pero cuando Grecia, Irlanda o Portugal recapitalizaron a los suyos, si lo tuvieron. Las justificaciones —que el origen del problema sea el diseño del euro, o que la política del Banco Central Europeo ni sea, ni haya sido la correcta— y los condicionales imposibles —que si el anterior gobierno no se hubiera empecinado en negar la crisis de la economía, o que si el gobierno actual no se hubiera empeñado en negar la de Bankia, no habríamos necesitado el rescate— son irrelevantes. Al fin y al cabo, si yo tuviera abuela, y si mi abuela tuviera ruedas, sería un autobús. Total que por mucho que lo negara el Presidente del Gobierno en su rueda de prensa del pasado lunes 4 de junio, el sábado 9 de junio, tan solo cinco días después, el Eurogrupo anunció el rescate de la economía española. Y ya está.
¿Es este rescate como los dos de Grecia, el de Irlanda y el de Portugal?
En lo que respecta a la cuantía del rescate, no. En números redondos los dos rescates de Grecia, el de Irlanda y el de Portugal supusieron aproximadamente el 50 por ciento de sus Productos Interiores Brutos (PIB) y el rescate anunciado para España supone tan solo el 10 por ciento del suyo. En lo que respecta, al destino del rescate, tampoco. Aquellos rescates sirvieron para financiar al soberano y a la banca, y este rescate, al menos en principio, esta dirigido específicamente a financiar a las entidades que tienen dificultades.
En lo que respecta a las condiciones del rescate, no está muy claro. Las declaraciones oficiales nos aseguran que esas condiciones sólo van a limitar la capacidad de actuación de las entidades que necesiten recapitalizarse, y que nuestros socios europeos no van a imponer al Gobierno de España condiciones macroeconómicas adicionales. Pero yo no sé si me lo creo. Ya veremos cuáles son las garantías que nos termina exigiendo Alemania por boca de Finlandia y Holanda. Personalmente, me parecen muy probables una subida del Impuesto sobre el Valor Añadido antes de fin de año, en contra de los anuncios oficiales, un endurecimiento de las condiciones del seguro de desempleo y una aceleración de los plazos de la reformita inútil de las pensiones, quizás aprovechando, ¡ay!, el inminente recurso al inexistente, por ya gastado, Fondo de Reserva de las Pensiones para poder pagar la extra del mes de julio —pero ésa es una historia que dejamos para otro día.
En lo que respecta al tipo de interés y, lo que es más importante, al plazo de devolución de los fondos del rescate, todavía no los sabemos. La alternativa ideal para despejar muchas de las dudas sobre la solvencia de España habría sido que las instituciones europeas hubieran inyectado capital directamente en Bankia y en las restantes entidades con problemas, convirtiéndolas de facto en la primera banca europea y librando al contribuyente español de una de sus peores pesadillas. Pero desgraciadamente el Eurogrupo, que no quiere meterse en esos líos, ha optado por rescatar al Tesoro español, que es el garante último de esos fondos. La mejor alternativa entre las restantes es que el plazo del crédito sea lo más largo posible, pongamos que de 30 años. Un plazo de tres años, como los concedidos a Grecia y Portugal, sería desastroso. Uno de unos 10 años, como es el plazo medio de los créditos a Irlanda, creo que sería insuficiente. Y uno de 20 años o más nos permitiría respirar y nos compraría tiempo necesario para seguir avanzando por la senda estrecha y empinada de las reformas.
¿Quién va a pagar el rescate?
Los contribuyentes españoles, ¿quién si no? No sabemos cuándo vamos a pagar el rescate, y no sabemos cuánto nos va a costar. Pero este crédito, como cualquier otra deuda que contraiga el Gobierno, siempre termina pagándose con más impuestos, retrasa las fechas de la liberación fiscal de los años venideros y compromete a los contribuyentes españoles a trabajar para sus prestamistas extranjeros en algún momento del futuro.
¿Y después del rescate qué va a pasar?
Naturalmente no lo sé, porque no soy adivino. Pero puedo hacer algunas conjeturas. Creo que, hasta que el futuro del euro no termine de aclararse, seguirá habiendo mucha volatilidad en los mercados, y que la prima de riesgo española no va a experimentar un retroceso importante en las próximas semanas. También creo que las dudas sobre la solvencia de España no van a disiparse, a pesar del rescate, porque, en los próximos meses, la clave va a estar en el cumplimiento del déficit. Y creo que acercarse al seis por ciento en 2012 y al tres por ciento en 2014 va a exigir un nuevo calendario de reformas. Pero, a tenor de lo que hemos visto hasta ahora, mucho me temo que este gobierno no va a ser capaz de estar a la altura de unas circunstancias tan exigentes.