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Más risoterapia y menos tranxilium

13/06/2022

Publicado en

Diario Montañés, El Heraldo, El Día

Gerardo Castillo |

Profesor de la Facultad de Educación y Psicología

El sentido del humor ayuda a relativizar los problemas y a enfrentarse a ellos con menos temor.

La nuestra es una sociedad acelerada con un nuevo estilo de vida, la prisa. Tendemos a hacer cada vez más cosas en el mismo espacio de tiempo. No sabemos esperar. Lo queremos todo para hoy, o, como máximo, para mañana. Como consecuencia, somos cada vez más impacientes y más propensos al estrés, la enfermedad del siglo XXI, según algunos analistas.

Si una persona no toma las medidas necesarias para controlar el estrés puede convertirse en una enfermedad crónica. Los expertos buscan nuevas terapias para prevenir y para curar ese problema. Una de los más recientes es la risoterapia. Algunos estudios han hallado que la mejora del ánimo aumenta los efectos de las medicinas.

La risoterapia es una estrategia psicoterapéutica tendente a producir beneficios mentales y emocionales por medio de la risa. Es una terapia psicológica que utiliza la risa como herramienta fundamental. No puede considerarse una terapia en sentido estricto, pero, en ciertos casos, logra sinergias positivas con las curas practicadas.

La técnica de la risoterapia consiste en la utilización de diferentes ejercicios y juegos a través de las cuales un grupo de personas es conducido a un sentimiento de desinhibición que les haga llegar a la risa. Veamos uno de los juegos a título de ejemplo: ‘La guerra global’. Cada uno de los participantes tendrá un globo inflado en uno de sus tobillos, de forma que quede colgando. El juego consiste en intentar pisar el globo de los demás sin que le pisen el suyo. Al que le revientan el globo queda eliminado.

Después de tanto reír, con el esfuerzo físico y el gasto de energía que ello implica, se llega a un estado de relajación que logra que todos los participantes se olviden de sus preocupaciones.

Las sesiones de risoterapia se practican preferentemente en grupo, aprovechando el contagio de persona a persona. El efecto grupal estimula a quienes, normalmente, no reirían. UNICEF la utiliza para animar a niños estresados que han sobrevivido a un desastre natural.

La risa más saludable es la de las personas alegres y con sentido del humor. Pueden detectar en cualquier situación los rasgos de comicidad que se desprenden de ella y utilizarlos para reinterpretar los hechos de una forma más desenfadada. El sentido del humor ayuda a relativizar los problemas y a enfrentarse a ellos con menos temor. Es una actitud de supervivencia que nos permite sobrellevar incluso las situaciones más dramáticas.

Esa función de resiliencia propia del sentido del humor puede ejemplificarse con un muñeco llamado tentempié o tentetieso con una base semiesférica que actúa de contrapeso, de forma que tras golpearlo, siempre vuelve a su posición inicial. Un anuncio reciente decía: «Se buscan trabajadores alegres, pagamos bien». Esto denota que la alegría es un bien laboral. Influye en la motivación para trabajar, que es contagiosa y crea buenos ambientes en el trabajo.

El sentido del humor permite adaptarse mejor a los ambientes hostiles. Además, es un factor de felicidad. «Cuando nos hacemos mayores, nos damos cuenta de que el sentido del humor es una de las cualidades más adaptativas y saludables, que nos permiten tener una vida feliz» (George Vaillant).

En el pasado, la psicología se ocupó casi exclusivamente de estudiar los aspectos negativos y patológicos del ser humano (ansiedad, estrés, depresión, etc.), dejando en segundo plano el estudio de aspectos positivos, como el humor, el bienestar psicológico y la creatividad. En cambio, ahora se valora mucho la psicología positiva. Para el psicólogo norteamericano Martin Seligman, «la psicología no es solo el estudio de la debilidad y el daño, es también el estudio de la fortaleza y la virtud. El tratamiento no es solo arreglar lo que está roto, es también alimentar lo mejor de nosotros» (2003).

En su obra "Felicidad auténtica", Martin Seligman sostiene que la felicidad es una combinación de varios factores: suscitar sentimientos positivos, como la alegría y la gratitud; aspirar a una vida comprometida y con significado al servicio de algo más grande que sí mismo que mejore al mundo y a otras personas.

La psicología positiva no sustituye a la del pasado, sino que la complementa. Esa conjunción posibilita visiones más equilibradas del comportamiento humano.