Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
¿Acertó Macron en su reprimenda a un adolescente?
Un adolescente saludó recientemente en un acto público de forma irrespetuosa al presidente francés Enmanuel Macron, recibiendo de él una reprimenda. La noticia, que ha dado la vuelta al mundo, me parece una buena ocasión para hablar de tres características de la sociedad actual relacionadas entre sí y que afectan especialmente a los adolescentes: la mitificación de la conducta espontánea, la infravaloración de los buenos modales y el “coleguismo” en la familia y en la escuela.
El comportamiento espontáneo es visto actualmente como «sincero» y «natural», en detrimento de la conducta reflexiva, que es tachada de insincera y artificial. En nombre de la espontaneidad se pretende justificar la conducta más primaria. ¿Es el retorno del mito del ”buen salvaje?”. Rousseau imaginó al hombre en su estado primigenio como un ser justo y pacífico, hasta que la vida en sociedad le corrompió.
El olvido del mito no ha impedido que su mensaje esté de moda en muchos padres de hoy que presumen de “liberales” en la educación de sus hijos. Para ellos, si el niño es “bueno” por naturaleza, no tiene sentido pedirle que obre de acuerdo con reglas pedagógicas ideadas para prevenir hipotéticos problemas de conducta. Ese “liberalismo” es, en realidad, un permisivismo educativo.
La experiencia dice que los niños no son, espontáneamente, lo que deben ser; hay que intervenir en sus vidas. Sin esa intervención de los educadores –en forma de buen ejemplo, exigencia, orientación y consejo- los niños seguirían siendo perezosos, caprichosos y egoístas. Los niños mimados –aquellos cuyos movimientos “espontáneos” han sido respetados y halagados- son los que más tarde se convierten, faltos de consistencia y de criterio, en pasivos juguetes de la opinión y de la moda.
Las expresiones “cortesía, urbanidad y buenos modales” hoy casi están en desuso, porque se las suele vincular a la hipocresía y al fariseísmo, ignorando así su importante función social. ¿Qué pasaría si se tuviera esa misma opinión sobre las normas de tráfico?
La crisis de los buenos modales se debe, en buena parte, a que se les considera simples convencionalismos establecidos en cada momento histórico. Es verdad que la noción de buenos modales ha evolucionado a lo largo del tiempo, pero eso no significa que se haya perdido lo esencial o que se pueda modificar de forma caprichosa. Todos hemos comentado alguna vez “¡qué niño más educado!” refiriéndonos a lo mismo: a unos modales que expresan una calidad personal ligada a valores éticos.
Macron, acudió a un acto oficial en conmemoración del llamamiento del general De Gaulle a la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, que se celebra cada 18 de junio. Se encontraba dando la mano a algunos estudiantes adolescentes cuando uno de ellos, Eduard (nombre supuesto), se dirigió al presidente con un: “¿Cómo estás, Manu?”
Indignado por el abuso de confianza y falta de respeto del chico, Macron respondió con fuerte tono: “¡No, no, no!”. Estás en una ceremonia oficial, compórtate como debes, con decoro. Puedes hacer el tonto otro día, pero hoy es la Marsellesa y el Canto de los Partisanos. Llámame señor presidente de la República o Señor”. Con un gesto serio, Eduard respondió “Sí, señor”.
Alguien colgó lo ocurrido en las redes sociales. A partir de ese momento los compañeros de clase de Eduard le sometieron a un cruel Bullying. Como consecuencia de todo ello el chico está hundido y no se atreve a salir de casa.
En mi opinión Eduard pagó un precio excesivo por su error. Su abuso de confianza probablemente provenía de que en su colegio la relación entre profesores y alumnos era como suele ser ahora: “de colega a colega”. Faltó al respeto, pero creo que no lo pretendía; sólo quería ser cercano y simpático, tal como lo hacía habitualmente con personas de cualquier edad.
El presidente tuvo la gallardía de ir contracorriente del actual permisivismo social en el tema de los modales, a riesgo de pagarlo en las urnas; pero juzgó con prejuicios a Eduard, atribuyéndole una intención que no tenía. De haberle dejado explicarse, habría sido menos severo e imperativo y más comprensivo. La suya fue más la autoridad del mando que la autoridad moral o autoridad educativa.
Aconsejo a Macron que, en lo sucesivo, en vez de regañar directamente a los adolescentes que tutean a quien no deben, corrija a quienes promueven el igualitarismo entre educadores y educandos. Es el que J. R. Pablos denomina Coleguismo o Síndrome del colega, que conlleva la renuncia a ejercer la autoridad, que es uno de los dos pilares de la educación; el otro es el amor.