Daniel Bartolomé Navas, Profesor de Protocolo ISSA de la Universidad de Navarra
Entre delante y detrás de la pantalla
El relato produce sus imágenes tanto como las imágenes generan su relato. Y en palabras del semiólogo, y teórico cinematográfico francés Christian Metz las imágenes contienen un lenguaje no lingüístico. El confinamiento ha tenido su proceso narrativo y nosotros, televidentes, hemos sido los protagonistas de una situación histórica donde la realidad ha superado con creces a la ficción. Desde nuestras butacas domésticas hemos asistido diariamente, a través de nuestras televisiones, a un guion mediático de confección gubernamental por el que los miembros del Ejecutivo y sus técnicos nos han ido informando del estado, evolución y gestión de la pandemia. Y en las comparecencias ningún detalle, escenográfico ni protocolario, quedaba al azar.
El Gobierno llegaba a nuestros hogares a través de la pantalla en una comunicación unidireccional -la televisión no permite otra alternativa entre emisor y receptor-. Y la pantalla bidireccional ha sido también, durante unos meses, la ventana que ha utilizado el Ejecutivo para seguir gobernando el país.
Las videoconferencias han sido y son un necesario instrumento de trabajo, pero también se han convertido en foco informativo en sí mismas. Desde Presidencia de Gobierno se nos han trasladado imágenes del jefe de Gobierno manteniendo reuniones por esta vía con expertos virólogos, con otros miembros del Consejo de Ministros, con los presidentes autonómicos y con autoridades de países integrantes del G-20, y se cambió el formato de sus comparecencias públicas televisadas insertando la conexión múltiple con periodistas acreditados permitiendo un nuevo formato de conferencia de prensa. El país tenía que seguir funcionando frente y a pesar del virus y la videoconferencia, como alternativa tecnológica facilitadora de seguridad sanitaria, se convirtió en puente que ayudó en esa transición temporal entre el antes y el después del shock provocado por el Coronavirus.
También Casa Real participó de esta dinámica de comunicación antes de poder retomar su agenda y actividades habituales. Y, en esta línea, todos hemos podido presenciar en los medios imágenes de los Reyes -de manera conjunta y por separado- sentados ante una mesa noble de madera rodeados de documentación y con una pantalla delante, manteniendo reuniones con agentes sociales, autoridades, empresarios…, trasladando al país una imagen de interés, apoyo y preocupación en pro de poner todos los medios para paliar y dar una respuesta a las crisis que estaba generando la pandemia.
Las imágenes se grababan o se tomaban desde los despachos de trabajo de la Moncloa y de la Zarzuela, respectivamente, y con una etiqueta formal de traje y corbata, transmitían a la opinión pública el mensaje de seriedad de que las altas instituciones del Estado estaban presentes y activas, como les corresponde. Era el relato dentro del relato.
Descendiendo al elemento comunicativo en sí, cabe señalar que en el formato de la video reunión tenemos que ser conscientes que no sólo comunica nuestro yo, nuestra manera de vestir, de gesticular, de hablar…, sino que el marco de nuestro alrededor -el paisaje cotidiano que diría el fotógrafo Luigi Ghirri- también participa de la imagen global que transmitimos a nuestros interlocutores.
Las videoconferencias, como la filmación de una película, requieren su guion técnico, atrezo, la elección de un lugar adecuado -por sus condiciones de luminosidad, espacio y ausencia de ruido- y su vestuario. Una biblioteca de fondo, unos cuadros, las banderas de España y la Unión Europea… han sido, entre otros, los elementos escenográficos utilizados por Presidencia de Gobierno y Jefatura de Estado en los planos lanzados para apoyarse y transmitir una pulcra estética institucional. Ellos representan y personifican la bóveda de la estructura del Estado y como tal, su imagen y el mensaje que trasladan a la ciudadanía requieren de la dignidad y respetabilidad asociada al símbolo que encarnan.
Pero sin necesidad de mirar a las alturas institucionales, existe una aceptación connatural de decoro en estas video reuniones que nada tienen que ver con nuestras grabaciones personales más cercanas a la idea del Cine-Ojo de Vértov. De ahí que su ausencia en algunos representantes de la política local -fondos playeros o salidas de la ducha sin ningún tipo de tapujo-, haya sido objeto de críticas por la poca respetabilidad que sus acciones manifestaban, primero, hacia sus compañeros de reunión, hacia el cargo que representan y la labor que desempeñan y, en definitiva, hacia la ciudadanía que les vota y paga sus emolumentos.
Es verdad que nuestro hogar es nuestro espacio íntimo, pero en el momento en el activamos una videollamada o una videoconferencia, esa isla de libertad pasa a estar bajo la cercana y directa mirada pública. Y en un entorno laboral, tenemos que ser sabedores que el escenario transmite una imagen que nos afecta. Por lo que no sólo tenemos que mantener las formas en este tipo de reuniones y comportarnos y vestir-por lo menos del torso a la cabeza-, como si no mediara una pantalla, sino que pasamos a ser atrecistas responsables del marco que nos rodea. Aunque a veces, por muy perfeccionistas que seamos, no podemos controlar todo el diseño del cuadro y una videoconferencia casera se puede convertir, por divina Providencia, en el trampolín al estrellato de alguno de nuestros vástagos o mascotas.