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Isabel Rodríguez-Tejedo, Subdirectora del Program in Economics, Leadership & Government, Universidad de Navarra

Preguntas difíciles, ¿respuestas sencillas?

mar, 13 nov 2012 15:02:00 +0000 Publicado en Diari de Tarragona

Si no le parece mal, quisiera empezar por ahorrarle tiempo: si usted espera encontrar aquí una respuesta absoluta que le ponga un número a la pregunta de la viabilidad económica, le animo a que no siga leyendo. No me abstengo por no querer mojarme, sino por el respeto que me merece una valoración tan compleja, llena de matices y sujeta a supuestos difíciles de calibrar.

Aunque no lo parezca, los números son tramposos. Con un poco de maña se les puede obligar a decir casi cualquier cosa, y ni siquiera hace falta tener mala intención para que los resultados sean muy dudosos. Los economistas somos muy dados a lidiar con la complejidad usando el "todo lo demás constante", lo que no es malo per se, pero sí resulta peligroso cuando los políticos (y a veces los ciudadanos) que leen esos números no son conscientes de todas las restricciones que han formado parte del cálculo.

Tomemos por caso los análisis que valoran el beneficio monetario que resultaría de una Cataluña independiente que no contribuyera con sus impuestos a la financiación de otros territorios. Incluso los que restan el coste de la provisión de servicios sociales ahora financiados desde fuera, ignoran que el coste sería posiblemente diferente si se financiaran desde Cataluña. Aprovecho para ponerle la misma pega a los estudios que, desde el otro lado, valoran la pérdida de ingresos procedentes de actividades y relaciones con el resto de España, desechando la posibilidad de la creación de otras nuevas.

Sigamos con la lista de argumentos. Con la independencia, se crearía una nueva frontera y (aunque no sabemos con total seguridad por qué) es un hecho empírico que el que haya una raya pintada en un mapa reduce el flujo comercial por debajo del que en principio cabría suponer. No estoy hablando de un posible boicot a los productos catalanes (que asumo conviviría con el boicot en Cataluña a los que se importarían del nuevo país vecino), me refiero a un cambio natural, no nacido de la animadversión. Cuánto, cuándo, cómo… (sigan ustedes poniendo adverbios, los que más les gusten), no lo sé ni me atrevo a valorarlo. Personalmente creo que el efecto neto sería negativo, a pesar de que el punto de partida es una situación de unión (lo que probablemente atenuaría las consecuencias, pero sabemos que no las suprime) y aun esperando un incremento de las exportaciones a otras partes del mundo.

Un argumento similar es el de la deslocalización de empresas que previsiblemente seguiría a la independencia. Aunque no hay base sólida para hablar de una "huida masiva", tampoco parece probable que la incertidumbre que se generaría en torno a la nueva nación sirviera para atraer nuevas empresas. Siguiendo con los efectos sobre las empresas resulta especialmente preocupante el caso de las grandes compañías financieras, que vienen obteniendo una importante parte de sus depósitos de otras partes de España y que probablemente sufrirían una significativa retirada de fondos. Y por no dejar el aspecto financiero, aunque ahora a nivel institucional, cabe considerar qué pasaría con la capacidad del gobierno independiente para financiarse. Aunque algunos creen que la separación generaría rentas, es poco probable que compensaran las dificultades de financiación, especialmente porque la separación probablemente mermaría el acceso a los mercados internacionales de financiación.

Finalmente, si una salida de España supusiera (como parece) una salida de la UE, el efecto negativo sería difícil de calcular, pero sí puedo aventurar consecuencias negativas de primer orden.

Por concluir, personalmente creo que la balanza no se inclina a favor de la separación. Pero sobre todo me quedo con un atónito asombro hacia aquellos que alegremente sacan un número (me da igual que sea positivo o negativo) y lo enarbolan como la Verdad (sí, con mayúsculas, porque pasa de ser indicio a dogma) para defender la tesis que, de todos modos, era la que les tenía convencidos desde un principio.