Fermín Labarga, Profesor de Historia de la Iglesia Facultad de Teología Universidad de Navarra
Francisco: argentino y jesuita
Pasaban unos minutos de las siete de la tarde de ayer trece de marzo cuando la fumata bianca anunciaba al mundo entero que la Iglesia Católica tenía nuevo Papa: el eminentísimo y reverendísimo cardenal Jorge Mario Bergoglio, que ha elegido como nombre para su nuevo ministerio petrino el de Francisco, el I de la historia. Por vez primera también un hispanoamericano, el arzobispo de Buenos Aires. Por primera vez, un jesuita. Muchas novedades para un cónclave relativamente rápido, éste de 2013. Un cónclave, sin duda, histórico.
El primer Papa perteneciente a la Compañía de Jesús. A nadie se le escapa la gran influencia que los jesuitas han ejercido en la Iglesia, pero hasta ahora ningún hijo de san Ignacio había llegado a ocupar la Sede de Pedro. Muchos son los pontífices que se formaron en sus colegios y, especialmente, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, pero Bergoglio se convirtió ayer en el primer jesuita que vista la sotana blanca.
El primer Papa no europeo desde los primeros siglos de la Iglesia, cuando hubo varios norteafricanos, llega desde la República Argentina, un país en el que la Iglesia goza de gran vitalidad. Un papa cuya lengua materna es el castellano -con acento porteño-, lo que no sucedía desde los tiempos de Alejandro VI (1492-1503).
Jorge Mario Bergoglio nació en la capital argentina el 17 de diciembre de 1936, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Hijo de un empleado ferroviario y de un ama de casa, estudió la carrera de Química y, con 21 años, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 por el arzobispo Ramón José Castellano. En la Compañía desempeñó diversos cargos, entre ellos el de provincial.
Sin duda contaba con la confianza del arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, que le promovió como obispo auxiliar, siendo consagrado el 20 de mayo de 1992 con el título de Auca. Al enfermar éste, fue designado su arzobispo coadjutor el 3 de junio de 1997. Por último, tomó posesión de la archidiócesis primada de Argentina el 28 de febrero de 1998. Presidió la Conferencia Episcopal de dicha nación entre 2005 y 2011, periodo máximo que permiten sus estatutos.
Fue creado cardenal por el papa Juan Pablo II en el consistorio del 21 de febrero de 2001, asignándole la iglesia titular de san Roberto Belarmino, santo jesuita. Durante las jornadas previas al cónclave que eligió Papa a Benedicto XVI en 2005 su nombre sonó insistentemente como candidato con posibilidades reales de acceder a la Sede de Pedro.
En 2010 lideró el movimiento de oposición de la Iglesia Católica de Argentina al proyecto legislativo del gobierno de Fernández de Kirchner por el cual se permitía el matrimonio entre homosexuales y la posibilidad de adoptar niños. Lucha que calificó como "guerra de Dios" contra "la movida del Diablo".
Graduado en Teología, cuenta en su haber con varias publicaciones, algunos de cuyos títulos pueden resultar luminosos a la hora de entender su concepción de la vida y del ministerio pastoral. Así, por ejemplo, "Reflexiones de esperanza" (1992), "Educar: exigencia y pasión" (2003), "El verdadero poder es el servicio" (2007) o, la última de ellas, "Mente abierta, corazón creyente" (2012).
Una nueva vida comenzaba ayer para el cardenal Bergoglio, ya Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal, Siervo de los Siervos de Dios y Sucesor de san Pedro. Podría parecer que constituye la culminación de una carrera eclesiástica brillante, pero lo cierto es que el itinerario hasta la sede de Pedro se asemeja más a la subida al Calvario que al monte Tabor.
Son muchos los retos que tiene por delante, pero también mucha ayuda, no sólo del Cielo, sino también de todos los católicos que rezan por él pública y privadamente. La oración unánime se alza hacia Dios para que le conceda larga y santa vida, la fuerza necesaria para guiar con brío a la Iglesia en estos comienzos de tercer milenio y la fe inconmovible, de roca, con la que confirmar a sus hermanos.
Entre los retos que aguardan al Papa se encuentra, sin ninguna duda, la nueva evangelización a la que insistentemente han convocado sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. La trayectoria pastoral del hasta ahora arzobispo bonaerense así como sus primeras palabras desde la logia principal de la Basílica de San Pedro invitan a pensar que Francisco I acometerá con el ardor y el entusiasmo de un pastor sencillo y entregado la misión de presentar al mundo la actualidad del mensaje del Evangelio.
Quizás la elección del nombre sea muy orientativa. Francisco, con toda probabilidad para recordar la misión desarrollada por dos grandes santos: Francisco de Asís y Francisco Javier, y para encomendarse a su protección. El de Asís es el gran santo de Italia, el poverello que en pleno siglo XII revolucionó la Iglesia con su humildad, pobreza y sencillez. Francisco de Asís y sus hijos insuflaron a la Iglesia medieval un aire nuevo de libertad y fidelidad al Evangelio. Cuatrocientos años después, Francisco Javier, el ardoroso navarro compañero del vasco Ignacio de Loyola en la fundación de la Compañía de Jesús, arrostró sin vacilar la evangelización del extremo Oriente. Nuevos campos de misión se abrieron para la Iglesia en las tierras del Sol Naciente.
Ahora llega el nuevo Papa precisamente del extremo opuesto, de las anchas pampas de la Argentina. Francisco I ha entrado ya en la historia, por muchos motivos, por su origen, por su familia religiosa y por el nombre que ha elegido. Cómo se desarrollará su pontificado es algo que iremos comprobando en los próximos años.