Antonio Aretxabala Díez, , Geólogo. Profesor de la Escuela de Arquitectura
Urge una nueva actitud ante el cambio climático
Ningún rincón del planeta se salva ya de una radical transformación que afecta a las condiciones ambientales y culturales
No nos damos por aludidos, ni aunque la Casa Blanca de manera oficial advierta del hecho de que cada rincón de los EE.UU. ya sufren los perjuicios del cambio climático. El secretario general de la Asociación Meteorológica Mundial, Michel Jarraud, ha advertido que ya no vale el afirmar que no estábamos avisados, se ha presentado a los gobiernos un nuevo atlas que tiene como fin difundir información soterrada en documentos técnicos de la agencia y convertirla en "algo que pueda ser utilizada directamente por los que toman decisiones". En este atlas se traza un mapa donde intersectan la salud y el clima en esta era de calentamiento global, mostrando claramente ejemplos como los picos de meningitis y las tormentas de arena o los brotes de dengue con las lluvias.
Los denominados exilados climáticos superan ya los 50 millones de personas, han debido irse de sus ámbitos de vida, víctimas de enfermedades o acosados por la escasez de alimentos, son y serán una de las manifestaciones de un cambio que por mucho que queramos obviar hemos acelerado con nuestras actividades y un modelo de vida basado en la quema de combustibles fósiles. Pero ¿cómo hemos llegado a este punto? La influencia del cambio climático de origen humano en relación con una serie de disposiciones naturales se está observando, como se ha venido divulgando a científicos y gobiernos, a través de una variedad amplia de ajustes ambientales y cambios en los patrones atmosféricos. El más inmediato es ya un nuevo "El Niño" que podría formarse este verano: las temperaturas subsuperficiales de las aguas del Pacífico tropical se han elevado hasta los niveles que preceden un episodio de este tipo.
Pero nos advierten desde la Casa Blanca que estos cambios ya afectan tanto a la hidrosfera como a la atmósfera. Y vamos más allá: varios de los científicos que divulgamos una visión holística e interconectada de la actividad del planeta además sabemos que las zonas más profundas que sustentan nuestras ciudades y por lo tanto nuestras relaciones personales y culturales también están siendo objeto de esta influencia. El gran cambio en el que ya estamos inmersos concierne a todas las relaciones físicas e inmateriales del planeta.
Desde la última glaciación, la fascinante cifra de 52 millones de kilómetros cúbicos de agua fueron redistribuidos por el planeta, las capas de hielo se derritieron y los niveles globales del mar previamente agotados aumentaron más de 130 m, compensando así la distribución del peso de las enormes masas de agua sólida. El efecto rebote hoy continúa y se acelera de manera alarmante. No sólo los océanos se calientan, se acidifican al absorber CO2, los corales mueren, los animales deben adaptarse en otros contextos.
Por ejemplo, entre el 2001 y el 2010 la mayoría de los países rompieron los récords conocidos de eventos climáticos extremos, los niveles de los mares se incrementaron durante el siglo XX el doble de rápido que en el siglo XIX. La última década nos ha dejado una disminución en el hielo del Ártico sin precedentes geológicos conocidos, la aceleración en la pérdida de hielo en Groenlandia hace dos años hizo saltar las alarmas, pero no fue menos en los glaciares de montaña como los pirenaicos, donde nuevas especies comienzan a conquistar nuevos ecosistemas en la superficie a la par que la respuesta al reajuste de las capas profundas es sísmica.
El último informe de la ONU nos advierte de que el cambio ya afecta a todos los continentes y naciones, ningún rincón del planeta se salva ya de una radical transformación que afecta a las condiciones ambientales y culturales. La civilización al completo y por lo tanto la sociedad de cada país, necesita invertir en investigación, asumir esta realidad y planificar en consecuencia; el planeta al completo necesita asignar medios suficientes a los científicos para dotarnos de armas útiles capaces de resistir los embates de la Naturaleza sobre las ciudades, vistas éstas ya como las unidades estructurales planetarias de la sociedad del siglo XXI, pues desde 2010 más de la mitad de la población ya vivimos en ciudades y para dentro de 20 años seremos más del 60%.
El medio natural y el medio humano más que nunca están condenados a conocerse y comprenderse. Cuando hablamos de "Patrimonio Natural" estamos haciendo gala de un profundo carácter moderno, pero también de un acto de incautación de algo que a penas empezamos a comprender, y que menos aun podemos controlar. Por lo tanto el futuro inmediato pasa por adelantar ya propuestas científicas, urbanísticas, industriales, energéticas, de una distribución del territorio efectiva para que ambos medios no se devasten.
Así nos adelantaremos también a los acontecimientos asumiendo la realidad; ensyando ya la necesaria idea de que determinados elementos y configuraciones del medio humano, pueden ofrecer resistencia a los efectos negativos de una catástrofe, y mucho mejor si comenzamos ya a desarrollar las mejores herramientas para conseguirlo: la ciencia, la cultura y el urbanismo del siglo XXI.