María Amparo Salvador Armendáriz, Doctora de Derecho Administrativo, Universidad de Navarra
Las Cajas de Ahorros y los mercados
Si no fuera por las turbulencias económicas internacionales que se viven estos días, la noticia financiera de este comienzo de verano sería sin duda la salida a bolsa de varias Cajas de Ahorros. En concreto de Bankia y de Banca Cívica, los dos únicos grupos de Cajas que han optado decididamente por acudir directamente a los mercados de capital privado para financiarse.
El complejo y tormentoso rescate griego, el preocupante comportamiento de la prima de riesgo de la deuda española y la inestabilidad y volatilidad de nuestras bolsas, entre otras razones, están oscureciendo el camino que han decidido seguir las dos entidades antes citadas. El mal comportamiento de los factores externos lleva a algunos a pensar en el posible retraso de su salida a bolsa, buscando un momento más adecuado para la colocación de las nuevas acciones. Sin duda no es el escenario deseado.
Si a ello unimos la incertidumbre que suscita la reunión de urgencia convocada para el viernes de los ministros de economía y finanzas de la Unión Europea y la próxima publicación de los famosos test de stress, la inquietud está servida.
Sin embargo, a mi juicio, la opción por acudir directamente a los mercados –incluso en este momento- ha de ser juzgada positivamente. Con estas dos operaciones de financiación está en juego mucho más que la situación concreta de ambos grupos financieros. Lo que está en juego es, en realidad, la propia solvencia del conjunto de sistema financiero español. Y el sistema financiero español es, sin duda, solvente.
La situación en la que se encontraban las Cajas de Ahorros en octubre de 2008 en pleno estallido de la crisis adolecía ya en aquel momento de una debilidad que todos los analistas habían apuntado: la dificultad para incrementar su cifra de recursos propios como consecuencia de las limitaciones que su forma jurídica de base fundacional les imponía. Es cierto que diversas modificaciones normativas intentaron paliar y dar respuesta a esta dificultad, en particular, mediante el recurso a la emisión de cuotas participativas. El invento resultó un fracaso y muy pocas Cajas de Ahorros se aventuraron por este camino.
Después, una vez superada la crisis de liquidez en aquel otoño de 2008, el largo deterioro de la economía española ha terminado por minar la inicial ventaja con la que partían nuestras entidades de crédito, cuando el sistema bancario español era presentado, y con razón, como modelo en los foros internacionales.
Poco a poco, la necesidad de capitalizar las Cajas se hacía más acuciante y las vías para lograrlo han ido, también poco a poco, despejándose. El Estado creó el FROB en 2009, instrumento que ha servido para inyectar capital a muchas de nuestras Cajas, al tiempo que desde la autoridad bancaria se forzaba la reestructuración del sector mediante el impulso de los procesos de fusiones e integraciones en Sistemas Institucionales de Protección. Es un dato relevante que de las 45 Cajas de Ahorros existentes en 2008 se haya pasado en la actualidad a 17. Es razonable pensar que seguirá habiendo cambios en esta dirección.
Pero todas esas medidas no han resultado suficientes desde la perspectiva de los recursos propios. Y menos aún cuando el propio Gobierno es el que ha reforzado los requerimientos de capital, más allá incluso que lo que exigían los Acuerdos internacionales de Basilea III. La situación que ha creado el Real Decreto-Ley 2/2011, de 18 de febrero fuerza al conjunto de las entidades de crédito a buscar alternativas para captar capital. Y a hacerlo en mayor proporción si se es una Caja (10% de ratio de solvencia frente al 8% que han de tener los bancos cotizados). Y a buscarlas con urgencia, antes del próximo 30 de septiembre.
Estas alternativas, para la mayoría de las Cajas de Ahorros, pasan por su transformación en bancos, opción denostada por muchos pero que se impone en el propio Real Decreto-Ley de febrero. Y se impone tanto si se opta por acudir a los mercados bursátiles de capital privado -como ahora pretenden hacerlo Bankia y Banca Cívica- como si finalmente la opción pasa por acudir al capital público del FROB.
Es de esperar por el bien de todos que las salidas a bolsa de Bankia y Banca Cívica, mejor antes que después, se cierren con éxito. Más allá de las reformas y mejoras que siguen siendo necesarias para las Cajas de Ahorros, sería lamentable que éstas terminaran siendo las víctimas de una situación de inestabilidad internacional que ellas no han creado y de las que no son responsables.