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Inés Olza, Investigadora del Instituto Cultura y Sociedad

¿Amigos de la lengua española?

lun, 14 oct 2013 16:12:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

El pasado 16 de septiembre se constituyó oficialmente en la Organización de Naciones Unidas el llamado "Grupo de Amigos del Español en la ONU", aglutinador de los representantes de los estados miembros de habla hispana, quienes, en una declaración de intenciones enviada en febrero de este año al Secretario General de la ONU, manifestaron sentirse convencidos, comprometidos, animados y alentados en la labor de promocionar y preservar el uso del español, idioma universal –según sus palabras– que puede ser vehículo de paz y tolerancia. En ese mismo escrito, los Amigos del Español recordaron que el español es uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas. Claro está, también podrían haber recordado, por ejemplo, que el español es, de acuerdo con los últimos datos publicados por Ethnologue.com, el segundo idioma más hablado como lengua materna en el mundo, tras el chino y por delante del inglés. O que, fuera de las fronteras de los países de habla hispana, el español se consolida como lengua altamente demandada y en constante expansión.

Hoy, 12 de octubre, Día de la Hispanidad, el Grupo de Amigos del Español se une a la celebración del "Día de la lengua española en las Naciones Unidas", que cuenta con equivalentes en las demás lenguas oficiales de la ONU (inglés, francés, chino, árabe y ruso). Con estas celebraciones, las Naciones Unidas persiguen hacer, si cabe, más evidente que la promoción del multilingüismo está estrechamente vinculada al respeto de la diversidad cultural y el fomento del diálogo intercultural (informe A/65/488 del 4 de octubre de 2010). No hace falta irse lejos para poner cara y nombre a estos conceptos abstractos: la propia página web de la ONU ofrece sin esfuerzo 17 historias de personas de unas 10 nacionalidades que alaban la utilidad y el estímulo de aprender y enseñar español.

"La RAE se desmarca de la ofensiva para imponer el español". "Enllaçats per la llengua califica de injusto el trato igualitario de la ley Wert". "¿Es Wert el bueno o el malo de la película por defender el español?". También yo he podido encontrar sin esfuerzo un buen puñado de titulares recientes que, sin duda, transforman la realidad lingüística de España en un campo de batalla. Y si yo, por poner el caso, afirmo entre disparo y disparo que soy feliz hablando una u otra lengua, automáticamente me gano la desconfianza –o, peor, el odio– de quien dice preferir hablar otro idioma.

No cuesta mucho percibir que esta situación poco tiene que ver con el palpitar real de las lenguas: con los versos y relatos a que han dado lugar; con las primeras palabras de quienes las aprenden de sus padres; o con los términos que se incorporan o terminan desapareciendo en los idiomas. Y ese palpitar no puede acompasarse con intereses políticos o económicos porque, simplemente, los trasciende. Es decir, no podemos llamar enemigos a dos, o tres, o cuatro idiomas que tienen la fortuna de coexistir y compartir palabras, referentes y valores en un mismo territorio. No debemos evitar que nuestros hijos y nietos sean perfectamente bilingües, o trilingües, o multilingües –la evidencia científica siempre ha mostrado que el cerebro humano está perfectamente preparado para ello–. Porque –ojo– tan malo y bárbaro es atacar una lengua que se entiende como injustamente mayoritaria (¿el español, tal vez?) como intentar atrofiar la vida de lenguas que, entre otros aspectos, y siempre por mero azar, no tuvieron la fortuna de ser diseminadas o exportadas a cien o a miles de kilómetros de distancia.

Si volvemos al razonamiento que propone la ONU (uno festeja la buena salud de su lengua porque, precisamente, esta es capaz de convivir y dialogar con otras), ¿no resultará que algunos defienden su lengua con la estrategia equivocada? ¿No será más coherente ser amigo de otras lenguas para dar una vida mejor a la nuestra? Al fin y al cabo, toda lengua –la mía, la de mi vecino, la de quien ni siquiera conozco– nace para eso: para unir y comunicar.