Alejandro Navas, Profesor de Sociología, Universidad de Navarra
El objetivo principal para la nueva legislatura
Será doble: la educación y la investigación. Así lo ha proclamado solemnemente el jefe del gobierno: el país debe destacar mundialmente por su alto nivel educativo, ésa deberá ser a partir de ahora su imagen de marca internacional. Los diversos partidos que integran la coalición gubernamental se han puesto a trabajar para concretar esa orientación programática. En un contexto de crisis económica, todos los ministerios verán reducida su asignación presupuestaria salvo el de Educación, que la incrementará en cuatro mil millones de euros. El gasto en educación e investigación se elevará hasta alcanzar el diez por ciento del PIB. Eso será lo sustantivo de la nueva política, pero como a la vez habrá que "vender" esa estrategia a la opinión pública, se está buscando un lema para su lanzamiento. De momento se duda entre "Innovación", "El país de la educación" o "Crecimiento mediante la educación". No son particularmente originales, pero la cuestión del lema resulta sin duda más bien accesoria: es mejor gastar el dinero en acciones verdaderamente educativas que no en simples campañas de imagen.
Lamento decepcionar al lector: no hablamos de nuestro país, sino de Alemania (por eso habrá que corregir la mención al jefe de gobierno: debería decir "la canciller federal"). La noticia que recojo se refiere a las conversaciones que mantienen la CDU, la CSU y los liberales de la FDP para la formación del nuevo gobierno, que sucederá a la gran coalición de CDU/CSU y SPD. Esta apuesta por la educación no obedece a criterios nostálgicos, no se trata tan solo de recuperar la otrora brillante tradición cultural alemana, cuando ese país tenía la mejor universidad del mundo. Más allá de la añoranza hay un cálculo bien pragmático y utilitarista: el gobierno federal entiende que la mejor manera de superar la actual postración económica radica en la apuesta decidida por la educación. No voy a aburrir al lector con la letra pequeña de ese acuerdo, pues la totalidad de la actividad educativa, desde el jardín de infancia hasta el postdoctorado, se verá afectada, pero mencionaré a título de ejemplo que para reforzar su eficacia se integrarán en un único ministerio los dos actuales de Educación e Investigación. También en Alemania ha ocurrido que los ministerios se han "troceado" por imperativos del reparto de cargos a los amigos o aliados, y nunca es tarde para rectificar errores anteriores.
La comparación con nuestro país resulta tan elocuente como descorazonadora. Si se confirma la previsión presupuestaria adelantada por el gobierno, el recorte a la investigación será considerable (-18,9% en "Desarrollo e Innovación Militar" y -3,1% en "Desarrollo e Innovación Civil"), lo que ha despertado la inquietud de nuestros investigadores. También aquí hay un discurso oficial que proclama la necesidad de la I+D+i si pretendemos mejorar la productividad y ser competitivos en el concierto internacional. Al socaire de Bolonia y el Espacio Educativo Europeo, pocas veces se ha hablado tanto de calidad, innovación, competitividad, empleabilidad y demás tópicos de la retórica educativa. Incluso de cuando en cuando se vuelve a insistir en la necesidad de un pacto de Estado en educación, que ponga término al vaivén legislativo en función de la alternancia en el poder. Los síntomas que atestiguan el deterioro de nuestra educación se agudizan de día en día, pero se hace muy poco para atajar sus causas (¿de qué servirá, por ejemplo, decretar que los docentes son autoridad pública? ¿Va a cambiar ese hecho por sí solo el clima de nuestros centros escolares? Hay que ser ingenuo para esperar la solución a nuestros males con propuestas de ese tipo).
Cuando nuestros gobiernos no tienen argumentos de peso para justificar sus políticas, suelen invocar el ejemplo de los países de nuestro entorno, con los que sería conveniente homologarse: si se carece de personalidad y de un objetivo propio, a Vicente siempre le queda el recurso de ir donde va la gente. Tenemos un caso bien cercano en la reforma de la ley del aborto actualmente en curso: al final, el argumento al que se aferra el gobierno parece ser justamente el ejemplo de nuestros vecinos europeos. Puestos a llevar una existencia mimética, ¿por qué no imitarlos también en la atención a la política educativa?