15/01/2021
Publicado en
El Confidencial Digital
Carolina Lupo |
Investigadora del proyecto AMAR del Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra
En diciembre de 2020, el Instituto Nacional de Estadística publicó los últimos datos disponibles sobre matrimonios en España: 166.530 en 2019. A finales de este año podremos conocer las estadísticas de las bodas celebradas durante 2020. En estos meses marcados por la pandemia, algunas parejas han decidido posponer el evento, otros han decidido casarse en la intimidad de su hogar, y las más han aceptado dar el paso a la nueva aventura de sus vidas con la foto de sonrisas detrás de una mascarilla. Todas tienen algo en común: nada ni nadie les quitará la decisión de comenzar un nuevo proyecto juntos ni la ilusión de que dure “para siempre”.
No obstante, las cifras más recientes también muestran de manera alarmante que muchas parejas abandonan ese sueño en alguna parte del camino: el número de rupturas matrimoniales crece de manera paulatina todos los años. En concreto, en 2019 hubo 95.320.
Numerosos expertos indican que la estabilidad matrimonial y la satisfacción conyugal se encuentran entre los factores más importantes para la felicidad de las personas y que esto se extiende a los hijos y a la familia. Por lo tanto, ayudar a las personas a forjar un matrimonio estable y feliz no solo les beneficia a ellos sino también a su entorno más próximo y a la sociedad.
Cabe preguntarse si acertar en el matrimonio es una mera cuestión de suerte o existen ingredientes que contribuyen al éxito o al fracaso. Y si estos existen, ¿se puede hacer algo para que los jóvenes aprendan de la experiencia de otras personas? En diversos lugares del mundo se han realizado estudios con el fin de arrojar luz sobre estas cuestiones.
Hay algunas variables que resultan clave, pero sobre las que no se puede intervenir, como el origen familiar, la historia de una persona… Pero existen muchos otros factores que afectan a la convivencia matrimonial y sobre los que sí es posible actuar: las habilidades de comunicación, el modo de afrontar las novedades que surgen en el día a día y la capacidad de resolución de conflictos, entre otros.
En general, los estudios se ponen de acuerdo en que hay dos categorías principales de las situaciones que pueden provocar desajustes.
Por una parte, están las circunstancias de crisis del desarrollo, que son universales y se pueden prever. Surgen en la adaptación a las distintas etapas por las que atraviesa cualquier matrimonio: el comienzo de la convivencia, el nacimiento de los hijos, cómo se organiza el trabajo (fuera y dentro de casa), el proceso de aprendizaje de la maternidad y paternidad…
En segundo lugar están los sucesos imprevisibles. Su carácter inesperado exige a cada miembro de la pareja un esfuerzo, una capacidad de sacrificio y un nivel de madurez a la altura de esa nueva situación.
Parece elemental pensar que las circunstancias negativas, como un despido, un traslado de ciudad, una enfermedad, un fallecimiento… pueden terminar generando un problema. Pero también puede venir provocado por circunstancias que en un principio son positivas o agradables, como las vacaciones o la compra de una nueva casa, que pueden sacar a la luz tensiones o diferencias que permanecían ocultas. Lo importante es enfocar adecuadamente cada cambio de la rutina y tomarlo como una oportunidad de mejora.
Cabe mencionar un proyecto que desarrolla desde 1980 el Centro de Estudios Sobre Matrimonio y Familia de la Universidad de Denver. El equipo ha realizado un seguimiento a 135 parejas a lo largo de más de tres décadas y ha detectado diversas cuestiones asociadas a la satisfacción conyugal, entre las que se encuentran la tendencia a sacrificarse por el otro, la capacidad de comunicación y de resolver problemas de forma conjunta y el no haber vivido juntos antes del matrimonio.
En el lado de los divorcios, resultan reveladoras las conclusiones de John Gottman, de la Universidad de Washington, que ha realizado un estudio con parejas durante 14 años. De acuerdo con él las variables más relevantes que pueden conducir a una ruptura matrimonial tienen que ver con el modo de interactuar durante los conflictos y la propia historia de la relación.
En el Instituto Cultura y Sociedad desarrollamos el proyecto AMAR, una investigación para hallar evidencias científicas sobre las variables, características y circunstancias de las personas que se van a casar que afectan posteriormente a la convivencia matrimonial. Tenemos la hipótesis de que es posible aprender de los aciertos y errores de otras personas para mejorar la relación y aumentar las probabilidades de éxito de ese proyecto de vida que, en ocasiones, parece difícil conservar a lo largo del camino.
Ya han participado más de 2.000 parejas y actualmente buscamos novios voluntarios; en la medida en que podamos recoger gran cantidad de datos en todo el mundo podremos asegurar que las conclusiones puedan estar muy próximas a la realidad y, por tanto, que sean de gran utilidad para los jóvenes matrimonios de mañana. Quien desee sumarse de forma anónima y gratuita puede hacerlo a través de la web, www.amarhoy.org.
Resulta obvio que la garantía de éxito se encuentra en las manos de las parejas, pero no cabe duda de que es necesario seguir desarrollando estudios científicos rigurosos, que nos proporcionen pistas para llevar a buen puerto nuestro proyecto vital.