Josep Ignasi Saranyana, Profesor emérito de Teología
La religión en la escuela
El 11 de diciembre de 2014, el BOE publicó los programas de la religión islámica para la enseñanza primaria, distribuidos en seis cursos. Dos meses más tarde, el 24 de febrero de 2015, también el BOE ha divulgado los programas de la religión católica, para los seis cursos de primaria y los cuatro de secundaria. El plan católico, que ofrece una estructura clara e inteligente, repite cuatro bloques temáticos en cada uno de los diez cursos: el hombre ser religioso, Dios en la historia, Jesucristo y la Iglesia. Pues bien: mientras que nada se ha hablado de los contenidos islámicos, la publicación del temario católico ha suscitado un revuelo impresionante. ¿Por qué?
A la vista de lo ocurrido, podría decirse que el Islam no atrae tanto a los españoles, como, por el contrario, la religión católica, lo cual mostraría que por suerte España todavía es culturalmente católica. Esta sería una lectura positiva de los hechos y, de entrada, no hay que descartarla. Caben, no obstante, otras lecturas del alboroto. Parece que late en España un laicismo, bastante radical y poco ilustrado –aunque esto parezca contradictorio-, surgido tal vez como reacción a tantos siglos de Ancien régime (de hecho no clausurado hasta 1978).
Al día siguiente del monumental guirigay desencadenado en la tertulia de 8TV, Josep Cuní quiso rebajar el tono, afirmando que el asunto era sólo un debate entre católicos. Sería oportuno añadir, sin embargo, una pequeña precisión: un debate entre católicos quizá poco informados de su propia religión.
Con frecuencia se olvida que hay en la religión católica un vector intelectual. La fe católica no consiste sólo en unas prácticas para satisfacer el instinto religioso tan arraigado en el espíritu humano. Además de asentimiento, comporta contenidos doctrinales que deben ser ahondados cuanto más mejor, hasta tropezar, aunque no siempre, con el claroscuro del misterio.
El jaleo generado por la publicación de esos programas demuestra palmariamente que la enseñanza de la religión en la primaria y en la secundaria es ahora ineludible, para no romper la continuidad generacional. De lo contrario, el cristianismo sería para los católicos una antigualla ininteligible, como cuando tropezamos con un dolmen neolítico al pasear por el campo. No basta con la historia sagrada.