Llego a Santo Domingo desde Ecuador, vía Panamá, a las 12:45 del 11 de julio. Las calles están vacías y el tráfico es fluido.Me da tiempo a dejar la maleta en el hotel e ir a casa de unos amigos para ver la final contra Holanda. La emoción es inmensa. El gol de Iniesta, impresionante.

Empiezan a telefonear dominicanos a mis amigos.Todos han visto el partido. Las felicitaciones son en cascada. Sorprende la importancia que dan a la victoria.

Muchos iban a favor de La Roja. "Mi abuelo era gallego", "mi abuela asturiana", "mi padre catalán". La hinchada dominicana es mayor que la de la colonia española; cuestión de números, son muchos más. Pero aun así, sorprende la emotividad con que vieron el partido.

El libro El Factor Humano y la película Invictus cuentan cómo Nelson Mandela se basa en un deporte, el rugby, para unir la nación. La Sudáfrica del XXI es un nuevo país, a construirlo están dedicados los esfuerzos de sus políticos y sus gentes.

Empiezan a estar orgullosos de lo que están logrando. El deporte ha sido un instrumento para ello. Lo emotivo mueve más los corazones que lo racional y el deporte de competición despierta el sentimiento.

España es una nación de muchos siglos, la victoria ha aglutinado sus gentes durante unos días. Peromi experiencia en Santo Domingo me dice que ha hecho más. Eliminados los demás equipos de habla castellana (española para ellos) el ganador ha aglutinado el sentimiento de lo español. El Empire State se vistió de rojo y gualda. Muchos hispanos de EE. UU. han sentido su victoria como propia. América, en estos días, es más española; recibes felicitaciones que muestran un cierto orgullo personal cuando te las dan en tu idioma: sienten un país al que la historia les unió.

Es una lástima que la miopía aldeana de algunos políticos no les deje ver que la unión hace la fuerza. Ayer se debatió el Estado de la Nación en el Congreso. ¿Hemos aprendido algo?