Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Por qué somos tan dóciles al dictado de la moda
La moda es una costumbre mayoritaria de un grupo humano durante un corto periodo de tiempo. Tradicionalmente se refería casi tan solo al vestido, pero a lo largo de los dos últimos siglos se ha extendido a otros muchos aspectos de la vida social. Pensemos, por ejemplo, en las actuales modas de los tatuajes, del piercing y de las fundas del móvil, que son adoptadas tanto por jóvenes como por adultos.
En este escrito haré abstracción del mundo de la moda textil, por ser una realidad no homologable a las demás. Advierto también que mis reparos al fenómeno social de la moda no se refieren a supuestas modas “malas”, sino al carácter impositivo y uniformador de la moda en sí misma.
En algunas ocasiones, las modas de los hijos proceden del ejemplo de sus padres. En una viñeta humorística se ve a dos señoras que conversan sentadas en un banco del parque. Una de ellas lee un libro junto a su hijo, que lee otro. La segunda señora está usando la tablet mientras su hijo habla por el móvil; sorprendida, le pregunta a la primera: “¿Y usted cómo hace para que el suyo lea?
Hoy “ir a la moda” implica cambiar de forma de vida cada poco tiempo (de ideas, creencias, valores, ideologías, etc.). Se suele creer que eso es modernizarse y renovarse, sin reparar en el riesgo de uniformarse.
Para Gilles Lipovetsky la moda es actualmente el imperio de lo efímero. Nunca las referencias y los valores fueron tan dependientes de lo voluble. Como consecuencia, casi todo es provisional y relativo.
Las modas no deben confundirse con las tendencias. La tendencia es una idea innovadora que tiene alguien y que se convierte en preferencia con respecto a determinados fines; es una forma nueva y creativa de hacer las cosas. La moda, en cambio, surge cuando esa idea es utilizada de forma masiva; no es creativa, sino repetitiva. Con frecuencia, algunas buenas tendencias se devalúan cuando se convierten en modas. Por ejemplo, la moda de comunicarnos con el móvil puede acabar en adicción.
A pesar de todos estos riesgos e inconvenientes de las modas, ¿por qué tienen tanta aceptación?
En primer lugar, porque no nos atrevemos a estar con las minorías y los “disidentes”; nos falta personalidad y valentía para llevarle la contraria a las mayorías y para nadar contra corriente. Tendemos al conformismo, a no complicarnos la vida.
En segundo lugar, porque hoy toda la sociedad está afectada por los dictados de la moda, que se nos presenta como un paradigma del sistema: “el hecho capital de nuestras sociedades es la extraordinaria generalización de la moda, la extensión de la moda a esferas anteriormente externas a su proceso, el advenimiento de una sociedad reestructurada en todos sus aspectos por la seducción y lo efímero (…) La moda ha conseguido remodelar la sociedad a su imagen. Vivimos en sociedades dominadas por la frivolidad”. (G. Lipovetsky : El imperio de lo efímero).
Las decisiones vitales de muchas personas están muy condicionadas por lo que todo el mundo hace. Se trata de un comportamiento gregario o de arrastre que aporta una falsa sensación de protección y pertenencia. “La moda es una mentira en la que todo el mundo quiere creer. Aunque nadie nos obliga, todos estamos sujetos al deber de la moda, incluso sin saberlo y contra nuestra voluntad. Con la obsesión del parecer, nuevos síntomas nacen y proliferan en nuestra sociedad, y las famosas “tendencias” lo justifican todo”. (G. Erner; Victimas de la moda).
Ese comportamiento gregario en ciertos casos llega a ser degradante. Me refiero al llamado Efecto Manada o Efecto Bandwagon. Sus protagonistas son jóvenes inmaduros e inadaptados que necesitan actuar en manada para encubrir sus carencias y satisfacer sus instintos.
Frente a la excesiva dependencia de las modas es fundamental fomentar en todas las personas, desde la infancia, la autodeterminación; que adquieran el hábito de elegir de acuerdo con los propios gustos y la propia personalidad. Pero también hay que pedir a los creadores y difusores de la moda que sean más respetuosos con los usuarios: que pasen de la dictadura a la propuesta. “Si la empresa se mira a sí misma y no al consumidor, acaba perdiendo ventas; hay que conocer sus gustos y sus motivaciones para la compra. Los productos no pueden imponerse” (Ramón Alas, director del grupo GFT).
A quienes, con prepotencia, nos imponen las modas, les ayudaría reflexionar sobre esta definición: “la moda es lo que pasa de moda”.