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Liderazgo histórico (3). El samurai Musashi: un líder que aprende y se adapta

15/07/2024

Publicado en

Expansión

Alejandro Martínez Carrasco |

Profesor del Grado en Filosofía, Política y Economía (PPE) Universidad de Navarra

Miyamoto Musashi es posiblemente el samurái más famoso de Japón. Sus hazañas, a caballo entre la historia y la leyenda, forman parte de las tradiciones épicas más arraigadas del país. Vivió entre los siglos XVI y XVII, una época de sangrientas guerras civiles que culminó en la unificación del país bajo el clan Tokugawa. Se inició, así, el periodo Edo, dando paso a un tiempo de paz, estabilidad y fuerte aislamiento, que se prolongó hasta el inicio del período Meiji en la segunda mitad del s. XIX.

Entre 1935 y 1939, Eiji Yoshikawa publicó por entregas una novela histórica sobre la juventud de Musashi que se convirtió en un gran éxito y que ha sido traducida y adaptada en libros, series, películas, cómics y videojuegos. La obra, escrita de forma ágil y entretenida y con la delicadeza propia de la mejor tradición japonesa, destaca por su profundidad psicológica, ética y espiritual. Uno de sus aspectos centrales es el cambio en el carácter del liderazgo durante la vida de Musashi. De un período violento y anárquico se pasó a una era de paz, donde los guerreros fueron sustituidos por administradores. Muchos samuráis no lograron adaptarse, volviéndose bandidos. Él, sin embargo, mostró una comprensión profunda de un nuevo tipo de liderazgo, basado en la adaptación y el aprendizaje constante.

Su transformación comenzó en la adolescencia, tras ser apresado y casi perder la vida. Un monje budista, su futuro mentor, le hizo ver la necesidad de un cambio profundo a través del conocimiento de sí mismo y de un largo aprendizaje. Este proceso de formación y maduración fue arduo, lleno de prácticas ascéticas, meditativas y encuentros con diversos personajes. Una escena significativa en la novela ilustra el enfoque de Musashi sobre el verdadero liderazgo. En su juventud, descubrió que el "Camino de la Espada" -el camino de formación del samurai- era más amplio, complejo y profundo que volverse un hábil guerrero: implicaba convertirse en un ser humano integral al servicio del bien común. Para ello, decidió abandonar temporalmente la espada y dedicarse a la agricultura, junto con un niño huérfano a quien había encontrado.

Musashi se estableció en Hotengahara, una tierra estéril, con intención de transformarla en fértil y cultivable. A pesar de sus esfuerzos, solo cosechó fracasos y burlas de los campesinos, pero un ataque de bandidos cambió la situación. El joven samurái les organizó para defenderse y, bajo sus indicaciones, unidos y con confianza, lograron acabar con ellos, lo que provocó un cambio radical en la actitud de los campesinos, que empezaron a tratarle con respeto y veneración.

Tras el éxito en la batalla, Musashi les enseñó a aplicar al trabajo agrícola la misma unidad, solidaridad y cooperación; a confiar en ellos mismos; y a convertirse en seres humanos integrales. Con su actitud, muestra varios rasgos fundamentales de liderazgo, con un enfoque integral y humanista, esencial para su éxito: compromiso con la mejora de la comunidad; capacidad de fomentar unidad y cooperación; y el uso de su ejemplo personal para enseñar a otros. También deja claro que su trabajo no es hacer guerreros, sino inspirar a los campesinos para que apliquen lo aprendido en su vida diaria. Cuando vio que los campesinos podían continuar sin él, Musashi se retiró, evitando convertirse en una figura imprescindible. Tuvo clara la importancia de permitir que otros tomen la iniciativa y sigan adelante. Este acto de humildad y desprendimiento del éxito personal también es un rasgo crucial de un verdadero líder.

Frente a todo esto, la figura de Musashi, idealizada por Yoshikawa, presenta aspectos ambivalentes. Siempre se ve a sí mismo en formación, sin poder comprometerse con ningún vínculo personal, lo que provoca sufrimiento a sus seres queridos. Un exceso de individualismo e idealismo, unos estándares demasiado ambiciosos sobre la propia misión y el fantasma del deseo de perfección sobrevuelan sobre esta fascinante figura de la que podemos seguir reflexionando y aprendiendo.