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Las inversiones en criptomonedas de nuevo bajo sospecha

15/10/2024

Publicado en

Diario de Navarra

Eduardo Valpuesta Gastaminza |

Catedrático de Derecho Mercantil. Director del Máster de Derecho Digital de la Universidad de Navarra

La pasada semana ha sido noticia en nuestra Comunidad Foral una posible irregularidad en la gestión de fondos para adquisición de criptomonedas. No es la primera, y posiblemente tampoco la última. Y no lo es porque todo lo que rodea a este «mundo cripto» resulta, como su propio nombre indica, algo oscuro y enigmático. Quizás tan críptico como las propias criptomonedas, que son entidades etéreas, digitales, sin representación física, que no tienen valor por sí mismas, pero que sin embargo logran concitar fervorosas adhesiones e inversiones por no se sabe muy bien qué razón.

Vaya por delante que ni las criptomonedas ni su negociación constituyen fraudes ni tienen connotaciones ilícitas. Una criptomoneda es un valor digital nacido para poder realizar pagos en el ciberespacio como alternativa a los pagos bancarios. La más conocida de ellas, el bitcoin, supuso una técnica revolucionaria para poder realizar pagos baratos, rápidos y seguros incorporando toda una serie de ventajas reales y testadas. El problema es que de esa idea positiva y valiosa se ha pasado a que una inmensa mayoría de adquirentes de criptomonedas no las compran para utilizarlas como formas de pago, sino simplemente como forma de inversión especulativa, porque esperan que suba su cotización y puedan obtener así una ganancia. Y además, paradójicamente, el mercado de las criptomonedas ha creado toda una serie de «intermediarios» que controlan el sistema de creación o minado de las monedas y de llevanza de los pagos, de forma que hemos huido de unos intermediarios para caer en las redes de otros, y para evitar un sistema capitalista clásico hemos creado otro sistema economicista y especulativo alternativo.

Pero volvamos a la afirmación anterior: las criptomonedas no son algo fraudulento ni especulativo per se. Lo que pasa es algunos que se presentan como probos, avanzados y avezados empresarios han utilizado su supuesto valor para engañar a muchos particulares. Lo que se imputa a todas esas organizaciones que están siendo investigadas es que el dinero obtenido de los inversores no se dedicaba a la compraventa y trading de criptomonedas, sino a devolver los fondos a quienes solicitaban su recuperación, y a gastos propios de los gestores. Es decir, la «estafa piramidal de toda la vida». El principal señuelo de esta operativa son los altos intereses, pero normalmente altos intereses que uno ve reflejados en la cuenta «virtual», de forma que el saldo digital crece y crece … hasta el momento en que el incauto inversor decide convertirlo en el dinero oficial que es lo que realmente busca. Es ese momento en el que las «buenas palabras» se trocan en «excusas»: que si problemas administrativos, que si el depositario externo pasa por problemas coyunturales, etc. En todos los casos que están siendo investigados judicialmente esto es lo que resulta acreditado indiciariamente, y por supuesto los gestores podrán probar que realmente el dinero obtenido se destinó a la negociación de criptomonedas y la imposibilidad de devolución se debe a factores externos a la operativa del gestor.

Como decimos, la culpa de todo esto no es únicamente de las criptomonedas, sino de quienes se presentan como sus gestores sin serlo. Ya en 2018 las autoridades financieras comunitarias y españolas advirtieron de los riesgos que tenía la inversión en criptomonedas (volatilidad de su valor y falta de regulación, fundamentalmente). Para un mayor control fiscal, se modificó la legislación para obligar a los intermediarios de estos mercados a conocer y transmitir los datos de los titulares de criptomonedas, y en 2022 se creó un registro de intermediarios en el Banco de España. Por último, en 2023 se aprobó un Reglamento comunitario de criptoactivos que impone una serie de obligaciones relevantes a los intermediarios de estos mercados. Sigue siendo un mercado muy volátil, pero al menos ahora con cierta regulación e intervención de sus operadores.

El problema es que si en vez de comprar criptoactivos a través de intermediarios registrados y controlados lo que hacemos es entregar nuestro dinero a quien supuestamente va a invertir en criptoactivos, estamos jugando a la ruleta rusa de una posible estafa. El «mundo cripto» ha creado este magma confuso de nuevos valores-sin-valor intrínseco, de intermediarios digitales, de supuestos beneficios por subidas irracionales e inexplicables de valor, y algunos van pescando ganancias en este mar de dudas e inseguridades. En estas situaciones es cuando recordamos los consejos de nuestros mayores: «Nadie da duros a cuatro pesetas». Posiblemente los jóvenes ya no sepan que son las pesetas ni los duros, pero entiendan el trasfondo de esta admonición.