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Cristóbal Balenciaga: en busca de la excelencia

16/02/2024

Publicado en

The Conversation

Ana Balda Arana |

Profesora asociada de la Facultad Comunicación

Los biopics sobre los fundadores de marcas de moda que han hecho historia están de moda. Disney + acaba de estrenar uno sobre Cristóbal Balenciaga y Apple +, otro sobre Christian Dior y Coco Chanel.

Hay varias razones que explican el fenómeno, pero, brevemente, yo destacaría tres. Por una parte, existe un público que siente curiosidad por saber más sobre los orígenes y personajes detrás de marcas de culto que reconoce por un estilo de zapatilla, un bolso o un perfume. Por otra parte, las plataformas y productoras de este tipo de formatos de entretenimiento saben que cualquier contenido relacionado con esas marcas es un reclamo.

Por último, las casas de moda, algunas centenarias como es el caso de Balenciaga (1917) o Chanel (1913), publicitan su dimensión histórica porque hacerlo les prestigia y ayuda a seguir manteniéndose en el sector del lujo. En consecuencia, suelen respaldar este tipo de iniciativas.

De Getaria a París

La historia de Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895- Valencia, 1972) merece ser contada por novelesca. ¿Cómo un niño nacido en un pueblo de pescadores de la costa guipuzcoana llegó a ser considerado el rey de la moda internacional?

Su entrada en la alta costura, cuando apenas tenía doce años, la contó él mismo en una de las escasas entrevistas que concedió. Empezó a trabajar en San Sebastián, por aquél entonces sede del veraneo regio y ciudad cosmopolita gracias a su cercanía con Biarritz, otra ciudad balneario de la costa vasco francesa y destino vacacional de la élite internacional.

Allí fundó su propia casa de moda, especializada en alta costura femenina, en 1917. En 1924 vestía ya a mujeres de la realeza española. La instauración de la segunda república supuso un varapalo para el sector del lujo de la ciudad, y Balenciaga diversificó su negocio y abrió sedes de Madrid (1933) y Barcelona (1935).

Durante los años veinte y treinta solía frecuentar los desfiles de los modistos de referencia de la escena francesa, donde compraba modelos que vendía bajo licencia en su sede donostiarra. Estas visitas, además de ayudarle a mejorar la técnica, le permitieron conocer el funcionamiento de las casas líderes en el sector.

La incertidumbre económica y social, provocada por el estallido de la guerra civil española, aceleraron la apertura de otra sede en París. Lo hizo con la ayuda financiera de dos socios, Wladzio d'Attainville y Nicolás Bizcarrondo. Presentó allí su primera colección en agosto de 1937, y la prensa internacional la recibió con buenas críticas. Desde esta fecha, compatibilizó el trabajo en la capital francesa con la actividad de sus talleres españoles.

Una referencia internacional

Los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial significaron un punto de inflexión en la carrera de Balenciaga. Sus diseños de las décadas de 1950 y 1960 ocupaban las portadas de la prensa internacional de referencia, y competidores de la talla de Christian Dior y Coco Chanel manifestaron, en reiteradas ocasiones, su admiración por la destreza técnica y el gusto incontestable de Balenciaga.

Entre sus clientas había reinas y princesas y, en general, las mujeres que encabezaban las listas de las más elegantes. Los equipos de sastres y modistas que había formado con los años contribuyeron a esa excelencia que él buscaba en la moda.

Pero su enorme prestigio generó también un mercado de copias ilegales de sus diseños que le perjudicaba. El fenómeno explica su distanciamiento de la prensa y mucha de su fama de personaje hermético. Al fin y al cabo, las fotografías de sus creaciones en las revistas eran el germen de una picaresca que no dejaba de crecer, especialmente en los Estados Unidos.

Balenciaga anunció que abandonaba su actividad durante el convulso mes de mayo de 1968, a los 77 años, en un contexto de crisis generalizada de la alta costura parisina. El éxito del prêt-à-porter y el auge de una clase media que quería vestir a la moda, pero a precios más asequibles, menguaron los ingresos de las décadas precedentes. Y Balenciaga decidió que su empresa terminaba allí, que nadie la continuaría. Cerró todos sus talleres y volvió a fijar su residencia principal en San Sebastián.

Murió en Valencia el 23 de marzo de 1972 a causa de un infarto. No había redactado testamento. Sus sobrinos, herederos de la marca, la vendieron a un grupo perfumista en 1976. Desde entonces, Balenciaga ha pasado por sucesivas operaciones de compraventa. Hoy forma parte del conglomerado francés Kering.

Balenciaga en la pequeña pantalla

El biopic de seis capítulos producido por Moriarti para Disney + cuenta el debut de Balenciaga en París en 1937 y algunos episodios de su etapa francesa.

El guión utiliza como hilo conductor la entrevista que el modista concedió a la periodista Prudence Glynn para el periódico británico The Times en el verano de 1971. En realidad, más que una entrevista fueron unas breves declaraciones, aunque plantearlo como un diálogo en la casa donostiarra de Balenciaga es un inteligente recurso de guión.

Como es lógico, el apartado de vestuario, uno de los retos más complicados, ha sido muy cuidado. La dirección de arte también es destacable. Las escenas de los desfiles han sido rodadas en la sede de la actual Balenciaga, que remodeló sus salones en 2021, con ocasión del lanzamiento de la primera colección de alta costura desde la retirada de Cristóbal, siguiendo fielmente la decoración del espacio original de 1937.

El guión no alude a los inicios, desarrollo y consolidación de Balenciaga, en el San Sebastián de los años veinte y treinta del siglo pasado. Ahí ya había alcanzado el liderazgo en la moda española y era conocido en los círculos parisinos de la alta costura. Por eso, choca el personaje inseguro e incómodo que se presenta en el primer capítulo.

Quien acuda a la serie para conocer al fundador de Balenciaga se va a quedar con una imagen parcial de quién fue en realidad el rey de la moda del siglo XX. Tampoco conocerá la importancia de San Sebastián en el contexto de la internacionalización de la alta costura francesa. Porque, de hecho, Balenciaga cuenta en esa famosa entrevista a Glynn que conoció a Coco Chanel en un casino de la ciudad, cuando él era un jovencito que empezaba. Chanel solía ir a San Sebastián a disfrutar de la ciudad, pero también a vender, como hacían muchos creadores franceses.

En definitiva, un biopic es una ficción, no un documental. Si alguien está interesado en tener una visión global y resumida del personaje y de su trabajo, mi recomendación es que lea Balenciaga. Shaping fashion de Lesley Miller. Entenderá mejor que para Balenciaga la moda, más allá del puro perfeccionismo, debía significar excelencia. Además de su prolífica producción, que en parte puede visitarse en su Getaria natal, su no a la mediocridad es, probablemente, el auténtico legado de Balenciaga.