Ricardo Mateo, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Navarra
Cambio de modelo productivo
En España, muchísimas personas, cada día, dejan de ir a su trabajo o son poco productivas. De forma consciente, se amparan en sus derechos, garantías sociales y, sobre todo, en la fortaleza de sus sindicatos, olvidando sus responsabilidades laborales. Estos trabajadores, que podrían producir más y mejor, se han convertido en una gran carga, que hay que financiar cada fin de mes. Cualquier cambio de modelo en estas condiciones, sería un error más.
Si utilizamos el ejemplo del deporte. Cuando una persona ha ganado mucho peso y su cuerpo tiene obesidad, puede pensar que debe cambiar de actividad y en vez de dedicarse al atletismo, como hasta ahora, las cosas irían mejor si hace natación o baloncesto. Sin embargo, cualquier médico le diría primero, que se ponga en forma, que elimine la grasa y que coja buenos hábitos de alimentación. La obesidad supone un lastre que puede poner en peligro su propia vida y que será la causa de nuevos fracasos.
Ante los anuncios de ¡Cambiemos el modelo productivo!, es muy recomendable, hacer caso al médico, quitar grasas, alimentarse bien y ser más competitivos. Eliminar peso de nuestra economía, representada por esas millones de personas que trabajan mal o que cobran indebidamente de sus organizaciones o del estado, es urgente. Actualmente, las empresas, y sobre todo el estado, tienen serios problemas para prescindir de esos trabajadores.
¿Qué nuevo modelo productivo puede sobrevivir, cuando el costo de las personas que trabajan mal, o que no lo hacen, es enorme para las personas responsables?
¿Cómo un modelo productivo puede competir con otras economías en un mercado globalizado, cuando tantas personas suponen un lastre asfixiante para la gente productiva, al exigirles a éstas, cargas sociales e impuestos para ellos?
Propongo que antes de cambiar a un nuevo modelo productivo, se desincentive la falta de productividad, se reduzca el absentismo descarado, la falta de esfuerzo y participación en las organizaciones. Para ello, es muy conveniente reorientar el modelo de los sindicatos, enfocándolos al interés de su propia empresa. También, eliminar los funcionarios ineficientes, reducir el costo de las cargas sociales sobre las empresas y liberar el dinero que el estado está absorbiendo por su enorme déficit fiscal, dificultando la financiación de los proyectos empresariales.
Cuando alguien me pregunta si el dinero da la felicidad, yo siempre afirmo: no. Pero añado, sí la financia. Podrías tener dinero para financiar grandes proyectos y ayudar a las personas necesitadas a que encuentren trabajo, y serías feliz. Pero también, podrías financiar la holgazanería de mucha gente y la tuya propia, y ello te haría infeliz. El dinero debe invertirse en proyectos que generen riqueza, incrementen la responsabilidad e iniciativa individual y ayuden a mejorar. Lamentablemente, el dinero de los impuestos y del trabajo, está financiando a muchos que han perdido el sentido del trabajo bien hecho, pero que defienden con uñas y dientes sus derechos sociales. Esto supone una carga insoportable para los que trabajan bien, para los nuevos proyectos que se quieran crear y para cualquier modelo productivo, por imaginativo que éste sea.
Cambiemos el modelo productivo, ¡de acuerdo! Sin embargo, antes permitamos que las organizaciones se pongan en forma, eliminando su grasa y reorientando el esfuerzo de todos. Con ello, lograremos incrementar la probabilidad de éxito. Luego, dejemos que las propias organizaciones y personas se dediquen a la actividad en la que sean más competitivas, apoyando su iniciativa individual y su responsabilidad personal para crear nuevos proyectos empresariales.