José Luis Álvarez Arce, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, de la Universidad de Navarra
Volando con un solo motor
Tan huérfanos de buenas noticias económicas como vivimos desde hace mucho tiempo, las positivas señales procedentes del turismo desde comienzos de 2011 han de ser motivo de contenida satisfacción. Las perspectivas para los próximos meses también parecen reforzar esa sensación. En el Ministerio de Industria, las asociaciones empresariales del sector y la propia Organización Mundial del Turismo se manejan proyecciones optimistas para el año en curso, que podría cerrarse con un aumento notable en el número de visitantes extranjeros. El ministro Miguel Sebastián, por ejemplo, comentaba recientemente que sus previsiones para el verano son de un crecimiento del 5% en la actividad del sector.
Varios factores explican este punto de inflexión en los malos registros que ha sufrido una de las principales industrias de nuestra economía. Por un lado, el tirón de la demanda propiciado por la recuperación económica de países como Alemania o Reino Unido, desde los que tradicionalmente se llenan nuestras playas. Por otro, la inestabilidad política del Mediterráneo árabe, que podría desviar turistas hacia España.
En el caso de que se cumplan las halagüeñas expectativas actuales, una de las noticias destacadas será la disminución del desempleo durante la larga temporada turística que este año va desde el inicio de Semana Santa hasta el final del verano. Todo un respiro para la maltrecha sociedad española y un alivio para los responsables de nuestra política económica.
Sin embargo, conviene no perder la perspectiva. Gracias a factores como el clima, la historia o la geografía, contamos con una gran ventaja comparativa que mantendrá al turismo como un sector de peso en la economía española. Lo hará independientemente del modelo de crecimiento hacia el que nos movamos. Ahora bien, no podemos pretender que una recuperación sólida y la modernización de nuestra economía surjan del liderazgo del turismo. Se trata de un sector cuya actividad sigue mostrando un marcado carácter estacional, además de verse aquejado, con especial virulencia, de algunos de los males que lastran nuestro crecimiento, como la temporalidad o el escaso avance de la productividad. En pocas palabras, el turismo es un motor que ofrece a la economía española alguna potencia para el despegue, pero que por sí solo será incapaz de llevarnos muy lejos. Si queremos retomar velocidad y altura de crucero para dejar atrás la crisis, habremos de activar otros motores y mejorar la aerodinámica del modelo. ¿Sabremos hacerlo?