Alejandro Navas, Profesor de Sociología, Universidad de Navarra
El poder no se fía de internet
"Con los iPods, las iPads y las Xboxes, la información se ha convertido en una distracción, en una diversión, en una forma de entretenimiento antes que en un instrumento de formación". Estas palabras no han sido pronunciadas por algún viejo dinosaurio, incapaz de hacerse cargo de la importancia de internet y las nuevas tecnologías de la información, sino por el mismo Barack Obama, cuando se dirigía recientemente a los estudiantes de la Universidad de Hampton. Tanto los políticos en activo como los expertos en comunicación estudian de modo exhaustivo el revolucionario uso que el candidato Obama supo hacer precisamente de esas tecnologías y de las redes sociales que surgieron a su alrededor. Y una vez instalado en la Casa Blanca, el nuevo presidente siguió optando por esos cauces, en detrimento de los medios tradicionales, para hacer llegar a la nación mensajes especialmente relevantes. ¿Cómo se explica este sorprendente cambio de actitud? ¿A qué se debe esta inesperada ruptura luego de una tan prometedora luna de miel?
En este punto, como en tantos otros, Obama ha pasado por una experiencia común en política: no es lo mismo estar en la oposición que en el gobierno. El contraste resulta más llamativo si cabe en su caso, pues buena parte de su programa había consistido precisamente en la promesa de un nuevo -e inconcreto- modo de hacer política, en la recuperación del diálogo y la ilusión. El choque de esa pretensión con las exigencias de la Realpolitik estaba cantado. La decepción subsiguiente se registra puntualmente en sus decrecientes índices de aceptación por parte de la ciudadanía.
Pero quiero fijarme en lo relativo a internet. Una vez más, se comprueba que la transparencia y la libertad de expresión molestan incluso a los gobiernos más democráticos. Por su propia naturaleza, internet resulta difícil de controlar, y cuando los medios tradicionales se ven sometidos a la supervisión gubernamental, la red se convierte en el último refugio de la crítica hacia actuaciones políticas inconfesables. Por desgracia, la actualidad nos proporciona abundantes ejemplos.
En Francia, Sarkozy y su partido se ven enfrentados a un posible caso de corrupción con todos los ingredientes del culebrón más picante. El affaire no fue destapado por los medios tradicionales, controlados despóticamente por el presidente en persona, sino por Mediapart, una publicación digital. Ahí se publicó la entrevista con Claire T., la contable de Liliane Bettencourt, que sacó el asunto a la luz. La reacción del propio Sarkozy y de su ministro de Trabajo y tesorero del partido, Eric Woerth, es de manual: esas declaraciones resultan sencillamente calumniosas, y ya es hora de que los medios de comunicación se ocupen de los problemas reales que afectan al país y no de nimiedades. Sin embargo, la fiscalía prepara nuevas actuaciones y se palpa un ambiente de crisis.
Vayamos al otro extremo del mediterráneo, a Egipto. El pasado 6 de junio en Alejandría, un grupo de policías vestidos de paisano sacó al blogger Khaled Saeed del cibercafé "Cleopatra" y lo golpeó en plena calle hasta matarlo, a la vista de los transeúntes. Parecía que ese crimen quedaría impune, como tantos otros de las fuerzas de seguridad, pero en esta ocasión el régimen de Mubarak se equivocó. La oposición se ha movilizado a través de internet, con especial protagonismo de los bloggers, y como ya son quince millones los internautas egipcios, se ha puesto en marcha un movimiento opositor que parece imparable. A la efervescencia en la red han seguido manifestaciones callejeras, que la policía no se atreve a reprimir con violencia. Algunos de los bloggers más destacados han sido encarcelados, pero esto no ha hecho más que avivar el movimiento de oposición, que ha encontrado en el-Baradei un líder prestigioso y reconocido internacionalmente.
Los gobiernos despóticos también aprenden a utilizar internet al servicio de sus políticas represoras, como hemos comprobado recientemente en Irán o China, pero la red sigue siendo el último refugio para los luchadores a favor de la libertad.