Miriam Serrano Martínez,, investigadora del Área de Geografía
La movilidad soñada
A partir de hoy nos veremos inmersos en la celebración de la Semana Europea de la Movilidad, efeméride que, como cada año, se celebra en Pamplona. Qué mejor momento para soñar –y también hurgar en nuestras conciencias– sobre qué modelo de movilidad, o mejor dicho, de ciudad, deseamos para Pamplona y su Área Metropolitana. En efecto, para los que todavía no se hayan enterado, la movilidad determina en buena medida cómo es una ciudad: sus paisajes, sus sonidos, su calidad del aire, su comercio o incluso las relaciones sociales forjadas entre los ciudadanos.
Empecemos retrocediendo en el tiempo hasta uno de los primeros hitos contemporáneos de la movilidad sostenible pamplonesa: el Pacto Local sobre esta misma materia de Pamplona (2005). Este sirvió para que se consensuara una jerarquía de modos de transporte que priorizaba al peatón, seguido del transporte público, la bicicleta y finalmente, el coche. En esas fechas, afanados grupos de expertos trataban de sentar las bases sobre las que debiera cimentarse un modelo de movilidad sostenible. Así, se elaboraron unos documentos técnicos que, lamentablemente, con el paso del tiempo, han ido caducando. Han pasado diez años desde la presentación del Plan de Ciclabilidad de Pamplona (2005) y ocho años de la del Plan de movilidad urbana sostenible de la Comarca de Pamplona (2007) y, a pesar de ello, el modelo de movilidad que hace unos años anhelamos no se ha cumplido del todo. Las actuaciones que, con buena voluntad pero un poco a salto de mata, se han ido realizando en nuestra ciudad, no han cubierto hasta el momento las expectativas. Y la razón principal es que el coche no ha sido penalizado. Sí, se han peatonalizado calles, se han hecho aparcabicis y carriles bici –con más o menos acierto–, pero el coche sigue siendo uno de los protagonistas.
Los datos de reparto modal procedentes de la Encuesta de Movilidad realizada por la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona a finales de 2013 reflejan un modelo en el que afortunadamente el peatón continúa ocupando el primer puesto (42,1%), pero en el que el segundo se reserva para el vehículo privado, ya sea coche o motocicleta (41,1%), y no para el transporte público (12,7%).
Uno de los aspectos positivos es que la bicicleta ha ido adquiriendo en los últimos años más presencia, debido más a la voluntad popular que a las facilidades infraestructurales y de gestión.
Preguntémonos entonces por qué nos autoimpusimos ese modelo y por qué no lo hemos alcanzado. Y sobre todo cuestionémonos si todavía estamos pensando en ello.
Buscando en el baúl de las causas del fracaso en términos de movilidad sostenible encontramos la "dispersión urbana", la "inmadurez e incultura" de nuestra sociedad en materia de movilidad, o la falta de experiencias en ciudades próximas con las que compararnos (aspecto hoy superado), entre otras.
Partiendo de este análisis, y en línea con el Pacto de movilidad mencionado, la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona presentó en sociedad el pasado marzo una propuesta revolucionaria para reordenar la red de transporte urbano comarcal que, en general –y costes aparte–, caló positivamente entre el elenco de políticos y expertos que públicamente se manifestó al respecto.
Se precisan apuestas más decididas y valientes que, además de incentivar los modos sostenibles, restrinjan la utilización "por costumbre" del coche. La Mancomunidad se lo cree y así lo ha previsto. ¿Está la sociedad lo suficientemente madura ahora como para asumir ciertos sacrificios automovilísticos por una ciudad más limpia y espaciosa, donde convivamos todos? ¿Se atreverán los políticos a tomar decisiones consensuadas al respecto? ¿Se aprovechará el auge de ciclistas en la ciudad? ¿Se trabajará en equipo?
Es preciso abordar la problemática desde una visión integral, cuya escala de trabajo sea el Área Metropolitana de Pamplona y en la que se abarquen simultáneamente todos los medios de transporte, aspecto del que adolece el Plan de la Mancomunidad. De este modo, evitaríamos la pluralidad de normativas, la desconexión intermodal, la ausencia de una visión estratégica, etc.
También se requiere un gran nivel de excelencia en la coordinación y la planificación para que las decisiones que afectan a los diferentes áreas de gobierno municipales que se tomen sean fructíferas y se consigan instaurar definitivamente a medio plazo.
Pero sobre todo, hace falta que los ciudadanos y las instituciones "nademos contracorriente" y construyamos una ciudad más sana, dotada de un calles y plazas de calidad y con una sociedad madura en materia urbanística y medioambiental.