Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Niños sin infancia
En estos días miles de niños vuelven a las aulas, en una situación singular sin duda. Esto les afectará, como casi todo lo que ocurre en la infancia marca al adulto, para bien o para mal. Las posibilidades de desarrollo que no se aprovechen y los problemas personales que no se atiendan afectarán de alguna forma al desarrollo futuro. Por ejemplo, la curiosidad posibilita la actitud de preguntar y, con ella, el afán de saber; pero la falta de respuestas de los padres puede matar esa curiosidad.
Es preocupante que en la sociedad actual proliferen los niños sin infancia. Esta situación fue pronosticada hace medio siglo por el sociólogo y pedagogo americano Neill Postman (1931-2.003), siendo tachado entonces de “iluminado” y agorero. Hoy es una realidad evidente en muchos países.
No me ocuparé en esta ocasión de los niños soldados ni de los niños obreros (estos últimos, según la OIT son 152 millones a nivel mundial). Sí comentaré la situación de quienes sin ser víctimas de esas lacras, no se les da la oportunidad de vivir la edad en la que están: la de la fantasía, los sueños, la ilusión y la esperanza. A cambio, se les adoctrina y prepara como futuros “ganadores” en una sociedad excesivamente competitiva y utilitarista. Es posible que algunos de ellos lleguen a triunfar materialmente en la vida adulta, pero probablemente nunca se liberarán del trauma y del vacío de una infancia que les fue robada.
A esos niños se les acorta artificialmente la etapa de la niñez (del nacimiento a los 12 años) por no considerarla “productiva”. A ello se suma el hecho de que los niños reciben todo tipo de informaciones y estímulos (algunos negativos) a través de televisión e internet, a una edad en la que no pueden digerirlo.
Es importante prepararlos para el futuro, pero eso no es incompatible con dejarlos disfrutar de su niñez. Los atiborramos de clases extraescolares (informática, idiomas, etc.) y nos olvidamos de que en esa etapa necesitan mucho tiempo libre para la lectura recreativa, el juego y el deporte.
El mundo se ha convertido en una aldea global, en la que todos pueden verlo todo y en el mismo momento en el que está sucediendo. Ya no existe un mundo propio de adultos y un mundo distinto de niños, como ocurría en el pasado. Por ejemplo, antes no se hablaba de todo delante de los niños.
La infancia está hoy en trance de desaparecer por causas sociológicas y culturales, de las que resulta muy difícil sustraerse. En nuestra sociedad, lo propio de la infancia, su principal signo de identidad -la inocencia- se está perdiendo.
Los niños ya no viven la etapa de la infancia por otra causa añadida: la facilidad que tienen para encontrar información por sí mismos. Hoy los hijos manejan más datos que los padres porque reciben todo tipo de información a través de internet, sin tener necesidad de preguntar en casa. Por ejemplo, en el tema del origen de la vida.
Es bien sabido que algunos traumas de las personas mayores se engendraron en su niñez, justamente por conocer cosas que no debían conocer en esa edad. El niño necesita descubrir los problemas y misterios de la vida adulta muy lentamente y de un modo psicológicamente aceptable; si este ritmo natural, se rompe, se puede convertir en un adulto prematuro. Se estaría produciendo así una desvirtuación de la infancia. Desvirtuar es alterar la verdadera naturaleza de algo.
Los niños deben serlo durante todo el tiempo que dure la etapa de la infancia. Niño no es quien “aún no es adulto”; el niño tiene entidad propia y derechos propios. El 20 de noviembre de 1959 la ONU (Organización de las Naciones Unidas) promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El documento recoge 10 derechos de los niños, de los que mencionaré algunos.
Tienen derecho a la vida, a la alimentación, a la educación (constituye un elemento esencial para el desarrollo social, psicológico y económico del menor). Derecho a la salud, a la identidad, a la protección (todos los niños deben crecer protegidos para preservar su bienestar físico y psicológico. Ningún niño debe sufrir explotación, discriminación o maltrato). Derecho a tener una familia (siendo los niños personas en crecimiento, necesitan de toda la comprensión y afecto que les puede brindar la familia, en cuanto ámbito de amor incondicional conforme con la dignidad de la persona).
No haría falta invocar esos derechos si se aceptara el elogio de la infancia realizado por Rabidranath Tagore: “Cada niño que nace es la promesa de que Dios aún sigue creyendo en el hombre”.